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Hace un par de entradas hacía un comentario en el que enmarcaba desde el punto de vista histórico a los 8 escudos de 1751 de la ceca de Santiago. Ahora hablaremos de esa misma moneda pero desde un punto de vista muy diferente: haciendo un análisis de mercado para la pieza.

Lo primero, y más importante, a tener en cuenta es que en el año 2001 se rescató del fondo del mar un montón de piezas de 8 escudos de 1751 ceca de Santiago, de forma que lo que hasta entonces era una moneda rara pasó a ser un onza bastante corriente que aparece en muchas subastas. En resumidas cuentas, en el año 1751 se acuñaron muchísimas monedas de 8 escudos en Chile, llevándose la mayor parte a Argentina y de allí a Uruguay, de donde embarcarían en 1752 para la península en el barco «Nuestra señora de la Luz». Pero al poco tiempo de salir de puerto en el Río de la Plata, el temporal hizo que la embarcación naufragara dejando que reposase en el fondo del mar un tesoro que hay quien estima en 50.000 monedas de oro.

No sé si esas estimaciones son correctas o no, pero el caso es que se rescataron unas 3.000 monedas que fueron subastadas en Sotheby’s. De esas 3.000 piezas la inmensa mayoría eran peluconas de Santiago, y de las que más había era de 1751, así que os podéis imaginar que el precio de estas piezas cayó en picado a principios del siglo XXI (dicen los viejos del lugar que antes pagaban por ellas unos 4.000 euros).

Dicho esto vamos a ver los remates de subastas públicas para estas piezas. La siguiente tabla resume  los datos que he obtenido de mcsearch. No he tenido en cuenta subastas desiertas.

A primera vista se pueden ver tres cosas en esta tabla:

Aparecen muchas monedas de estas en subastas nacionales e internacionales.
La calidad en la que suelen aparecer es muy alta. La mayoría de ellas en EBC+ o superior. Ya dijimos que esto es debido a que la mayoría de estas piezas fueron rescatadas de un pecio y nunca llegaron a circular.
– Hay gente que está loca y de repente se remata por 6000 euros una pieza que a simple vista se ve que vale la mitad. Eso pasa a menudo y por ello yo me llevo muchas veces las manos a la cabeza con los remates de las subastas. Hay veces que es incluso más cantoso y la diferencia porcentual es mucho más grande.

Lo que voy a hacer ahora es utilizar el método de medias móviles con una ventana de un año para calcular el valor de la moneda en cada momento. Para ello calculo para cada momento el valor numismático de esa moneda como la media de los valores numismáticos de los remates en el último año. Con ello obtengo la siguiente gráfica:

Desde luego es una curva con una forma extraña, pero se puede observar que la mayoría de los remates se han movido entre los 1800 y los 3500 euros. También es interesante ver que el precio se ha mantenido en estos niveles a pesar de que el oro ha subido espectacularmente desde el 2007 hasta el 2011 (lo podéis ver en la tabla de arriba).

Pero esta gráfica en sí no nos dice mucho porque estamos agregando datos sin más, y eso no se puede hacer con tanta alegría. Así que lo siguiente que voy a hacer es agregar los datos con mucho más cuidado, teniendo en cuenta tanto la cotización del oro en cada momento como la conservación de la moneda. Así podremos ver también cómo varía el precio dependiendo de su conservación.

Para independizar el valor de la moneda del precio del oro lo que haré será restar a cada remate el precio de la cotización de su oro en ese momento. Así calculo su valor numismático (entiendo que el valor de una moneda es la suma entre el precio de su oro y su valor numismático). Una vez que tenga los valores numismáticos hago la misma operación de medias móviles para cada una de las conservaciones y saco una serie de gráficas que aquí no voy a publicar porque tampoco tiene mucho sentido. Si alguien las quiere que me las pida. El siguiente paso es acumular las medias móviles a un año y obtenemos las líneas de tendencia para que sea más fácil visualizarlo. Además, elimino el remate de 6000 euros por ser excesivamente anómalo.

Y obtengo lo siguiente:

Tiene toda la lógica del mundo. Se puede ver que para todas las conservaciones el valor numismático de la moneda cada vez vale menos, lo que tiene lógica porque tardarán en colocarse todas las peluconas que se salieron del pecio. Además, se paga prácticamente lo mismo por una pieza en SC- que en EBC+, poco menos por las EBC y poco más por las SC. Normal también porque hay muchísimas monedas en calidades muy altas.

Por último, vamos a resumir en unas cifras el valor numismático de esta moneda. Para ello calculamos la desviación típica de las medias móviles con la línea de tendencia y se tiene, que con una probabilidad del 95,5% los valores numismáticos para las diferentes calidades se encuentran en los siguientes márgenes (para obtener el precio habría que sumarles la cotización de su oro en cada momento).

Espero que os haya gustado el método de analizar el precio de una moneda (espero críticas por vuestra parte). En otra entrada sacaré algunas reflexiones a este respecto. También tengo que agradecer a mi amigo P. de la Viuda, con quien tuve la suerte de compartir la carrera y que es quien ha montado todo este asunto matemático por gusto y placer. ¿Quién sabe si volvemos a colaborar en montar algo serio?

Lo dicho, que espero opiniones.

Hace unos meses me levanté un día con ganas de profundizar sobre los métodos de graduación de monedas. Ya hemos hablado mucho sobre el asunto de la graduación, así que a estas alturas todos los lectores sabrán que la graduación de la calidad de una moneda es crítica a la hora de valorar y tasar monedas. Así pues, me puse a busca bibliografía sobre el asunto y compré toda la que encontré.

Pero, ¡oh sorpresa! ¡qué cosa tan extraña! Resulta que no hay ni un solo libro publicado en castellano sobre el asunto.  Todo lo que encontré está en inglés, la inmensa mayoría centrado en el mercado americano, que es un mercado muy diferente al español y que tiene ciertas particularidades que hace que no todas las lecciones aprendidas en esos libros se puedan transportar directamente a nuestra numismática. En general mi opinión sobre ellos es muy buena y creo que vale la pena estudiárselos para aprender a observar una moneda. Lleva tiempo, pero creo que lo merece ya que es una parte imprescindible del coleccionismo. Os dejo una breve descripción particular de cada uno empezando por los que menos me han gustado.

«NGC Grading guide for modern U.S. Coins», de R.S. Montgomery y D.W. Lange

Este libro, aunque su título diga lo contrario, realmente no enseña a graduar monedas. Describe monedas de circulación y conmemorativas a partir de 1965, contando su historia y las características propias de cada tipo de monedas. Pero no hay una guía de cómo valorarlas ni tampoco muchas fotos que permitan comparar unas piezas con otras. De hecho, las fotografías brillan por su ausencia y todas son en blanco y negro.

Puede estar bien como introducción a la moneda actual americana, pero nada más. Por otra parte, está claro que se centran en los lectores novatos porque apenas hablan de monedas caras. Por último, al estar editado por NGC su visión es muy parcial.

«The official American numismatic association grading standards for United States Coins», de K. Bressett

Este libro está bien, pero no lo considero ninguna joya. Da información útil para aprender a graduar monedas, pero no da demasiados detalles sobre en qué fijarte concretamente para cada tipo de moneda. Lo que más me gusta es la introducción, en la que explica de forma muy clara algunos conceptos que son muy útiles para quien comienza a coleccionar y para quienes ya llevamos unos años. Pero cuando se pone en materia da poco detalle sobre las monedas y las fotos que acompañan a las explicaciones son muy pobres y en blanco y negro.  Otra pega que se nota a lo largo del libro es que la ANA está detrás, y claro, es muy poco crítico con muchos aspectos del mercado y de las empresas de graduación. En algunos puntos parece que lo que intenta es convencer al lector de que no compre monedas sin encapsular.

«Grading coins by photographs», de Q.D. Bowers

Un buen libro de 360 páginas a todo color en las que se detalla las características que debería tener cada tipo de moneda en cada uno de las graduaciones Sheldon que más se suelen encontrar. Además, en la introducción al libro se incluyen unas explicaciones muy interesantes que sirven para salvar de palos a más de uno. Por ejemplo, la idea de «tasaflacción» está tomada de ese libro.

Como contras se tienen unas fotografías que, aunque están a color, son bastante pequeñas y de no muy buena calidad. Además, en todas las monedas se pone una sola fotografía para los grados entre MS-60 y MS-70, cuando es justamente ahí donde más hay que incidir porque pequeñísimos detalles pueden hacer que el precio de la moneda se dispare. Por lo demás, es un libro muy interesante que no es muy caro y que merece la pena.

«The standard guide to grading British coins», de D.F. Allen

Este es el único libro que encontré que no versaba sobre la numismática americana, sino sobre la inglesa, que en muchos aspectos es más semejante a la española. Se consideran los estados de conservación tradicionales, y no la escala Sheldom; además, no se da tanto la vara con el tema de la encapsulación y todo eso, que parece que los yankis no pueden dormir si no tienen las monedas certificadas.

El libro abarca todas las monedas desde 1779 a 1970 y muestra varias fotos a todo color para cada uno de los tipos y para cada una de las conservaciones consideradas. De esta forma se pueden apreciar muy bien los detalles que hacen que una moneda pase de VF a EF aunque no se sea un experto. Lo que menos me gusta del libro es que es muy parco en palabras y lleva hasta el límite eso de que «una imagen vale más que mil palabras».  No vendría mal una pequeña introducción metodológica sobre cómo mirar las monedas o algo así.

«Making The Grade: A Grading Guide to the Top 50 Most Widely Collected US Coins», de B. Deisher

Este libro enseña a observar monedas, algo que los anteriores realmente no hacen. Cuando digo que «enseña a observar» me refiero a que te da detalles muy concretos sobre en qué fijarte para cada uno de los tipos de monedas que muestra. Esto lo consigue porque para cada tipo de moneda enseña dos imágenes en las que se representan las zonas donde la moneda suele presentar antes el desgaste y la importancia que tiene una imperfección en cada zona de la moneda.

Estas dos ideas son muy importantes y aunque suenan lógicas realmente no son triviales: hay que fijarse en el desgaste de las monedas, pero unas zonas se desgastan más que otras (ya lo vimos con los 10 céntimos de 1870);  por otra parte, lo ideal es que la moneda no presente imperfecciones, pero si las presenta su importancia depende de la parte de la moneda en la que se encuentren. En estos dos conceptos profundiza mucho el libro y por ello me parece genial, me encantaría que tuviéramos uno semejante para la moneda española.

En cuanto a pegas, encuentro tres: el formato panorámico del volúmen, que lo hace muy incómodo; la introducción metodológica es demasiado escueta y sólo se tratan 50 tipos de moneda americana, ya se podían haber estirado y haber analizado todos los demás. De moneda de oro hay muy poco.

Us Gold Counterfeit Detection Guide (Official Whitman Guidebook)

Se trata de otro libro muy interesante para observar monedas, pero no se centra en la graduación de las mismas, sino en la detección de falsificaciones. Al principio dedica unas cuantas páginas generales sobre detalles que pueden tener las monedas que nos deberían hacer saltar todas las alarmas sobre su falsedad. Después describe cada uno de los tipo de monedas americanas de oro y muestra las monedas falsas que han encontrado para cada tipo, explicando que detalles casi imperceptibles permiten detectarlas. Además, la calidad de las fotos acompaña.
Lo considero un libro muy bueno para aprender a ver esos pequeños detalles que hacen sospechar que la moneda no sea buena. Lo malo es que sólo se centra en moneda americana de oro. Las cientos de monedas falsas que presenta son una base de datos muy interesante para empezar, pero claramente hay más falsificaciones que no vienen en el libro. Algunas de ellas se publican aquí.

«The Official Guide to Coin Grading and Counterfeit Detection» de J. Dannreuther y S.A. Travers

Éste es uno de los mejores libros que se han escrito sobre numismática sin ninguna duda. Es una auténtica clase magistral sobre coleccionismo numismático; dice cosas que todo el mundo debería saber y comprenderlas les salvaría a muchos de más de un palo. Se centra fundamentalmente en la graduación de monedas, aunque también dedica un capítulo a su manipulación y otras 100 páginas a la detección de monedas falsas americanas.

Para cada tipo de moneda americana se tienen varias páginas de descripciones detalladas con sus características propias y cómo suelen encontrarse en el mercado. De igual manera se indica en qué fijarse para detectar falsificaciones y, lo que es más importante, cómo se pueden obtener indicios de que la moneda es buena. Sinceramente este libro es auténtico pozo de sabiduría y un estudio obligatorio para los coleccionistas de moneda americana. Yo que no la colecciono he aprendido muchísimo de él.

Lo malo es que las fotos son en blanco y negro y en muchos casos tienen mala calidad. Además, el libro aparece como descatalogado. Supongo que no tarden en sacar una nueva edición, pero puede costar un poquito encontrarlo y quizá haya que pagar algo más de la cuenta. Yo lo busqué expresamente porque lo recomendaban los de The Coin Show Radio y me salió por 50 dólares o así, pero os aseguro que merece la pena la inversión.

En la interesante discusión que se generó a raíz de la última entrada (y cuya lectura recomiendo encarecidamente) se hizo patente la subjetividad de las valoraciones que se suelen dar sobre las monedas. No hay más que ver en los foros de numismática que cada poco hay aficionados discutiendo sobre si una pieza está en MBC+, en EBC- o lo que sea. En esta entrada quisiera hacer una reflexión al respecto diferenciando la “valoración técnica” de la “valoración de mercado”. Para ello me baso en una serie de libros americanos (ya dedicaré otra entrada a comentarlos más detenidamente) sobre valoración de monedas: Grading coins by photographs de David Bowers, The official guide to coin grading and counterfeit detection de John W. Dannreuther y The official ANA Grading Standards for United States Coins. Siento si la redacción es muy enunciativa, no es que pretenda sentar cátedra sino que recojo una de las mejores lecciones aprendidas tras leer esos tres magníficos libros.

Cuando cogemos un catálogo de una subasta, un catálogo de monedas o cuando vamos a hablar con un profesional diferenciamos las monedas en distintos grados. Los yankis suelen usar la escala Sheldon y nosotros la más simple BC, MBC, EBC y SC. Una u otra escala es lo de menos, porque al fin y al cabo son eso: escalas. La cuestión está en qué queremos decir cuando decimos “una moneda está en EBC”. Pensadlo un momento, quizá algunos de los coleccionistas más avanzados todavía no hayan reflexionado sobre el significado de esa frase. ¿Queremos decir que esa moneda tiene poco desgaste? Podría ser, pero ¿qué significa “poco”? ¿cuánto más desgaste tiene que tener para que deje de ser EBC y pase a ser EBC-? ¿y si en vez de más desgaste tuviese un arañazo? ¿y si fuese un golpe en el canto? ¿y si estuviese limpiada? ¿qué tiene que ocurrir a esa moneda para que dejase de estar en EBC y pasase a MBC? Realmente son preguntas difíciles de responder porque cuando decimos “una moneda está en EBC” NO estamos diciendo nada sobre su desgaste o sobre los arañazos o golpes que pueda tener. Lo que realmente estamos diciendo es “el valor aproximado de esta moneda es lo que valen las monedas de este tipo en un estado EBC”. Es decir, que con este tipo de valoraciones lo que hacemos es agrupar las monedas en conjuntos con un valor de mercado semejante. Eso es lo que se llama “valoración de mercado” y es claramente una cuestión subjetiva ¿por qué esta pieza pertenece al grupo MBC+ y no al grupo EBC-?

Otra cuestión sería hacer una descripción técnica de la moneda, en la que se detalla cada una de las características de la pieza: arañazos, golpecitos, marcas del cuño, excesos de metal, vanos, brillo original… en ese aspecto no habría dos monedas iguales si se hace con un nivel de detalle suficientemente minucioso. Esto es lo que se considera “valoración técnica” y debería ser una cuestión objetiva y científicamente contrastable (falsificable, como diría Popper), en el sentido de que una moneda o tiene una marca o la deja de tener, no hay medias tintas ni diferentes opiniones. Otra cuestión es que deba ser un ojo entrenado el que realice la valoración técnica porque a un novicio se le pueden escapar algunos detalles que resulten de importancia.

¿Qué es preferible, la valoración técnica o la valoración de mercado? Pues eso depende de lo que andemos buscando. Evidentemente la valoración de mercado es un breve resumen subjetivo de la valoración técnica y varía con el tiempo. Esa variación temporal es debida fundamentalmente a modas; por ejemplo, hace unos años estaban de moda las pátinas oscuras y sin embargo ahora no las quiere la gente, por lo que su valoración será menor. Esa variación también se puede deber a la llamada tasaflacción. Por otra parte, la valoración de mercado es algo comprensible para cualquier coleccionista. Se dice EBC y ya todo el mundo sabe qué significa, y muchas veces es preferible eso que una descripción de 8 líneas que el comprador no experto no vaya a entender y no vaya a saber si la moneda se valora en 100 ó 1000.

También hay que indicar que en muchas ocasiones se mezclan ambas valoraciones. Por ejemplo, cuando se describe una moneda como “EBC+ golpecitos en el canto” o “MBC+ restos de brillo original” lo que se hace es hacer explícito cierta característica técnica de la moneda que no suele ser común en las piezas valoradas dentro de la calidad que se indica.

Mi consejo personal es que, si bien al principio podemos guiarnos por la valoración de mercado, poco a poco hay que desarrollar un gusto propio que haga que nosotros tengamos nuestra propia forma de valorar las monedas. ¿Qué prefieres, una moneda con mejor acuñación pero un leve desgaste sólo apreciable con lupa o una moneda con peor acuñación pero recién sacada de cartucho? ¿y si no tiene brillo original? Eso es cuestión de cada cual, y si somos coleccionistas muchas veces hay que saber llevar la contraria al mercado. Por ejemplo, a mí me gustan las pátinas oscuras, a pesar de que se coticen menos.

Pero sobre todo hay que aprender a valorar las monedas por uno mismo independientemente de lo que diga el numismático que nos la está vendiendo o la cápsula en la que esté encerrada. Si vamos a un mercadillo o a una convención y vemos marcada una moneda como EBC, no está de más cogerla, mirarla con la lupa detenidamente e intentar sacarle todos los fallos y virtudes que podamos. Una vez que hemos hecho eso deberíamos ser nosotros los que pensásemos si merece el precio o no. Claro está que si somos recién llegados a la numismática nos será difícil hacerlo. En ese caso lo mejor es que preguntemos al profesional que nos está vendiendo la moneda para que nos comente los fallos y virtudes que tiene, intentándolos ver nosotros también (se puede hacer también con monedas en SC, el 99% de ellas presentan algún tipo de detalle que podría mejorarse). Claro está que si el vendedor nos dedica un rato a explicarnos cómo valorar una moneda habrá que comprarle algo para devolverle el favor, que él no está ahí por gusto y placer.

Por último voy a realizar una valoración técnica de la última moneda que me he comprado: un duro de 1875, que es el siguiente.














La moneda es de plata y pesa 25 gramos. Presenta muy poco desgaste y ambas estrellas tienen los dígitos marcados. La estrella izquierda tiene ambos dígitos fuertes, mientras que la de la derecha tiene el 7 fuerte y el 5 más flojo, si bien se aprecia toda la trazada. El desgaste que sufre la moneda se da en la parte más saliente de la oreja, sobre todo en el arco superior izquierdo y en el león superior del escudo. Muy leve desgaste también en la parte más saliente de los castillos y en la granada. No se aprecia desgaste en las flores de lis, en el pelo del busto o en el PLUS ULTRA. No hay marcas ni rayitas apreciables en el reverso más que una a izquierda de la corona y otra en la parte inferior de la corona. Aparecen finas rayitas en la parte inferior del reverso. Además hay seis marquitas visibles a simple vista en el rostro (aquí se podría decir la posición, la distancia y el grosor de cada una si se contase con el equipo apropiado). No aparecen golpecitos de importancia en el canto pero hay una pequeña marquita en el canto encima de la S de JUSTICIA. Buena parte del brillo original en el reverso, observándose especialmente en el escudo; cierto brillo original en el reborde del anverso.

Si tuviese que decir la valoración de mercado diría EBC+

Otra cosa es el precio. Os daré una pista: he pagado más o menos la tercera parte de lo que costase un SC normalito.

Cito textualmente del libro de Q.D. Bowers «Grading coins by photographs» (traducción hecha por mi hermano, Saúl Ruiz):

«Entre el 80% y 90% -o incluso más- de los vendedores confían en la tasación que un certificado o un experto le da a una moneda. No les suele importar si, observándola más de cerca, parecen tener menor calidad (o a veces mayor). Hace unos años, un comerciante compró una moneda de cinco centavos de Draped Bust casi sin circular por unos 5.000 dólares. Eliminó los tonos grises con un limpiador y lo recoloró químicamente con tonos irisados. Ésta capa tapó la superficie verdadera de la moneda, por lo que resultaba muy complicado descubrir que tenía algo de desgaste. Un buen tasador profesional la certificó como MS-63, y se vendió por más de 30.000 dólares. Este «coin doctor» [nota: los gringos llaman así a quienes tratan física o químicamente las monedas para que parezcan de mejor calidad] no podría estar más orgulloso, ya que era la situación perfecta: él ganó mucho dinero, el tasador se llevó su parte y el comprador estaba encantado con la apariencia y la certificación de la moneda«.

Más adelante continúa:

«Bill Fivaz, un asesor de este libro, nos indicó que en 2003 vendió en subasta una moneda de cinco centavos Doubled Obverse Die Buffalo de 1916, tasada por PCGS como AU-55, por 53,625 dólares. En 2008, la misma moneda, tasada por una gran empresa como MS-63, después de haber sido «trabajada», se evaluó en la Certified Coin Dealer Newsletter por 110.000 dólares.

En 1999, yo mismo catalogué una Double Eagle calificada como la variedad de 1853, de 3/2 [variante de sobrefecha]. Provenía del tesoro de monedas de oro del SS Central America. Se envió la moneda a una buena empresa tasadora, la cual la calificó como AU-58. Se vendió después en una subasta. El comprador, un comerciante, inmediatamente la volvió a enviar a la misma empresa y le llegó tasada como MS-62. Una moneda de la cual se pensó que estaba algo circulada o gastada, claramente no se había deshecho mágicamente de su desgaste; sin embargo, se tasó sin ninguna duda como sin circular. Si compraras esa moneda hoy, ¿la considerarías como MS-62? ¿Te fiarías del certificado, o la examinarías mejor para asegurarte?

¿Y si alguien te dijera que la misma moneda era una AU-58 poco tiempo antes de cambiar a MS-62? ¿Cambiarías de opinión? Si alguien dijera que esa moneda, tasada como MS-62, es realmente una AU-58, ¿le creerías? Si compraras los antes mencionados cinco centavos MS-63, y supieras que es una AU limpiada y recolorada, ¿te gustaría tenerla? Éstas preguntas no son retóricas, sino bastante posibles para cualquier numismático. Yo no tengo respuestas concretas, y mucho menos tajantes. Solo muestro algunas de las complejidades que rondan por el mundo de la tasación de monedas.

Ya que la tasación siempre ha sido más subjetiva que objetiva, y más un arte que una ciencia, las conclusiones a las que llegan empresas como ANACS, PCGS o NGC se suelen reponderar por otra compañía para tener una segunda opinión, o incluso por la misma empresa. En un caso memorable, una variante Amon Carter del dólar de 1804 se tasó como EF-45, y más tarde como AU-58 por la misma compañía. Estos «reinformes» han supuesto millones de dólares en honorarios. Parece una situación en la que todos ganan: los vendedores ganan, las empresas de tasación ganan y todos contentos. Sin embargo, el resultado final es «tasaflacción», o el detrimento de los estándares de calidad de monedas con el paso del tiempo. Por esto, una moneda certificada en 1990 como, por ejemplo, MS-65, hoy en día se podría evaluar como MS-66 o incluso MS-67 por los mismos tasadores».

Este texto tiene mucho que ver con temas que ya se han comentado en el foro, como los contenedores de las empresas americanas y los problemas que tienen, o la necesidad de distinguir (por nosotros mismos) lo bueno de lo mejor cuando nos metemos en monedas caras. Pero leyendo esto a mí me surgen un montón de dudas, dejo que cada cual las reflexione y, si quiere,  que las comente en el blog:

¿De qué me sirve enviar una moneda a un servicio de tasación si resulta que dentro de veinte años la tasación que me darían por ella será diferente? Si todos se dedican a hacer ese juego y todos ganan dinero con él ¿el único que pierde es el coleccionista? ¿ocurre lo mismo en España con las subastas (es decir, que lo que hoy es un EBC dentro de 20 años se considerase EBC+)? ¿Es ético ser un «coin doctor«? (a este asunto le dedicaremos otra entrada).

La moneda que ilustra la entrada son 10 ducados polacos de 1614 a nombre de Segismundo III. Se encuentra expuesta en el Hermitage y espero no tardar demasiado en poder verla.

En el Foro de Imperio Numismático hemos tenido estos días un interesante debate sobre la utilidad de los precios marcados en los catálogos. La opinión que yo defendía ya os la podéis imaginar los que seguís el blog habitualmente: esos precios no sirven para nada.

Los argumentos que proporcionaba son los que suelo dar siempre: el precio de mercado varía y el del catálogo no, hay muchos detalles que afectan al precio de la moneda y en el catálogo no se indican y, sobre todo, que son los editores los que ponen el precio que les conviene. No obstante, Rubén (a quien tengo una enorme estima) defendía la idea de que los catálogos dan a los principiantes una primera estimación del precio de las monedas y que, aunque no sean la mejor fuente, para empezar no está mal.

Según avanzaba la conversación, estas dos posturas se iban acercando, también con ayuda de gogol13 y de divx2k3. La técnica de divx2k3 era interesante: lo que hace es seguir las monedas que le interesan en eBay y una vez que ha visto cómo se rematan unos cuantos ejemplares, se puede hacer una idea del precio de la pieza. Esta técnica tiene el enorme inconveniente de que, como comentó Luis, muchas veces los precios de las subastas de eBay no son reales. No obstante, para ciertas monedas (como los euros) podría valer. Yo hago algo parecido pero en subastas oficiales, lo cual tiene sus ventajas.

Pero Rubén seguía sin estar satisfecho con nuestros argumentos y seguía subrayando que, en ciertas ocasiones, los catálogos pueden ser de ayuda. Esas ocasiones son, por ejemplo, cuando alguien no es experto en una serie concreto y/o cuando las monedas son baratas, puesto que no se subastan monedas que valgan dos euros. Ciertamente, al final tuve que dar a Rubén su parte de razón. El siguiente párrago lo escribí aquí:

«Para saber tasar monedas hay que ver precios de esas monedas. Muchos precios. En el catálogo se indica UN precio, pero el catálogo no es ninguna autoridad. Evidentemente, es mejor tener un precio que no tener ninguno, pero con un solo precio poco hacemos. Podemos ir al mercadillo de nuestra ciudad y veremos más precios, pero el mundo es mucho más grande. También podemos ver los precios en eBay, pero todos sabemos las desventajas que tiene eBay en cuanto se venden monedas de calidad. También nos podemos dedicar a ver los precios que ponen los profesionales en sus webs y los aficionados que vendemos alguna moneda para pagarnos la colección. También podemos ver los remates de las casas de subastas…. Si vemos todo eso al final veremos muchos precios. Con ellos podremos tener un algoritmo que nos sirva para tasar las monedas y ver hasta dónde estaríamos dispuestos a pagar«.

Rubén se mostró totalmente de acuerdo y concluyó con lo siguiente:

«Es mejor tener un precio que ninguno, es conveniente empezar con un catálogo con el que aprender a ver la tasación de monedas pero hay que recordar siempre que es un precio que en ningún momento es un estándar y nos vamos a encontrar con variaciones. Aprender a jugar con ellas es lo que hace la experiencia«.

Así pues, creo que queda claro que los precios de los catálogos pueden ser útiles pero hay que tomarlos con cudado y, sobre todo, entender que no son una autoridad. Es un precio, de los múltiples que pueden tener los ejemplares de ese tipo de moneda. Tomar los precios de los catálogos como autoridad y creerse que lo que dicen los editores va a misa es algo que ha hecho mucho daño a la numismática, e incluso ha obligado a algunos autores a inventarse precios de las monedas que están en sus catálogos cuando son compendios históricos.

Otro consejo más que también salió en la discusión: si os encontráis al clásico vendedor de chatarra que saca el catálogo de los Hermanos Guerra y os pone las monedas al precio de ese catálogo le decís de mi parte que primero os venda un duro de 1871 (18-73) en calidad sin circular al precio de ese catálogo y a partir de entonces os creéis los precios del catálogo.

Finalmente, quisiera remarcar la conclusión epistemológica del asunto: para aprender hace falta no creernos que tenemos toda la razón del mundo y siempre hay que dialogar, debatir y buscar un consenso. Es la forma más rápida, divertida y aficaz de aprender. Por otra parte, no hay que creer en las autoridades y siempre hay que mantener una postura crítica, es la única forma de que avance el conocimiento. Una de las causas principales de por qué avanza la ciencia tan rápido es porque no hay una autoridad clara, no hay nadie que pueda decir: «Esto es así porque lo digo yo» o «Esto es así porque siempre ha sido así». No, los científicos son (¿somos?) críticos por naturaleza, y es justamente adquirir esa capacidad crítica uno de los aspectos más costosos cuando se quiere ser científico. En la numismática igual: siempre hay que mantener una postura crítica venga la afirmación de quien venga. Evidentemente unos tienen más peso que otros y no es lo mismo que yo diga que tengo un duro de 1871 (18-72) a que lo diga Cayón. Pero nadie está libre de equivocarse, y al parecer hasta Gemini y NGC se pueden equivocar.

A la hora de tasar una moneda el aspecto más crítico, sin ninguna duda, es el valorar el estado de conservación de la misma. Ya se comentó por aquí la enorme diferencia de precios que puede haber entre dos monedas cuya conservación sea prácticamente indistinguible para un ojo no entrenado. Mi opinión es que hasta que no tengamos callo en ese asunto y sepamos diferenciar un EBC de un SC- y de un SC no nos metamos en monedas de alta calidad, porque una equivocación puede hacernos perder un montón de dinero.

Pero claro, no es nada fácil entrenarse en ese asunto. Un ejercicio que ya recomendé consiste en hacer uso de las casas de subastas, que son los «estándares» para este asunto. En mi opinión la casa de subastas Aureo tasa las monedas de forma muy justa, al menos la moneda española a partir del siglo XVI, que es la que a mí más me interesa; para moneda clásica mi colega Carlos considera a Vico como mejor tasador, pero yo de ese tipo de piezas no entiendo lo suficiente como para tener una opinión formada.  Una vez seleccionada la casa de subastas, el ejercicio consiste en ver una foto de una moneda que se vaya a subastar e intentar valorar su grado de conservación. Posteriormente se ve la descripción de la moneda y se ve si se ha acertado. Si hacemos esto bastantes veces conseguiremos entrenar el ojo.

Lo que pasa es que algunos preguntan que en qué se tienen que fijar, sobre todo al principio cuando en un primer vistazo a la moneda no nos vamos a los detalles más importantes. En mi opinión, el aspecto más relevante a la hora de tasar una moneda es el desgaste que ha sufrido la misma, por lo tanto hay que fijarse en los relieves más notorios de una moneda para ver si se ha desgastado o no.

Voy a usar como ejemplo una moneda de la que tengo en casa dos ejemplares. Es una de mis favoritas y es una moneda relativamente fácil de tasar porque tiene muchos relieves y muchos detalles que se pueden desgastar. Se trata de los 10 céntimos de 1870. Un colega mío dice que para valorar esa moneda hay que estar un poco salido y mirarle directamente a las tetas. Chistes aparte, tiene mucha razón porque es justamente el pecho de Hispania lo más sobresaliente del anverso y lo que primero se desgasta. Por la parte del reverso suele estar bien mirar con detalle la melena y la cola del leon, fijándose que tenga mucho pelo, así como que el escudo presente todos sus detalles.

Por ejemplo, aquí muestro un ejemplar que yo valoraría en EBC.





La apariencia global de la moneda es estupenda, y el pecho está muy bien, sin embargo la cara de Hispania y la melena del leon presenta cierto desgaste (olvidaos ahora del rayón) y el escudo, aunque presenta todos sus detalles al fijarnos muy de cerca se ve cierto desgaste en el castillo y en la cabeza del leon.

Se puede ver la diferencia con otra pieza que apareció aquí y yo catalogaría como MBC+


En este caso se puede ver la diferencia evidente en el pecho de Hispania en un caso y en el otro. De igual manera, el leon del escudo en el segundo caso no tiene apenas melena y el castillo está más desgastado.

Estas diferencias deberían ser bastante fáciles de ver. Ahora vamos a pasar a otras más complicadas:

La anterior moneda se subastó en Aureo en la famosa subasta Hipania y está catalogada como EBC+/SC-. ¿Alguien ve alguna imperfección en esta moneda? Yo creo que en la cara del anverso hay un mínimo desgaste en la cara de Hispania, mientras que en el reverso aunque no veo que haya desgaste, aparecen ciertas rayitas en el cuerpo del leon. De todas formas, la diferencia entre esta y un perfecto SC es muy sutil y muchas veces no se puede apreciar en una fotografía, pero a la vez esas sutilezas pueden hacer que el precio se dispare y llegue a doblarse (mucho más cuando hablamos de moneda americana). Por lo tanto, no nos queda otra que la confiaza en el vendedor y su honradez a la hora de tasar las monedas. Concretamente, este ejemplar se remató en 220 euros; en caso de estar en completo SC yo diría que probablemente se hubiesen superado los 300 euros.

Aquí dejo otra imagen de una moneda que fue subastada en Aureo el pasado 17 de marzo y yo por más que la miro no la encuentro ninguna imperfección. Sin embargo, Aureo la cataloga como SC-. Algo verán, yo sólo veo unos excesos de metal. Se remató en 186 euros.

Evidentemente, no sólo el desgaste influye en la valoración de la moneda y en la tasación de la misma. La aparición de golpes, rayas y por supuesto la manipulación de la moneda (limpiezas, graffitis…) hacen que varíe muchísimo su precio. Por eso, yo suelo hacer explícitos esos defectos de forma separada a la conservación. Es decir, que para la primera moneda de 10 céntimos de 1870 no pienso «bueno, es un EBC pero como tiene un rayón muy feo la dejaremos en MBC», sino que pienso: «es un EBC con un rayón muy feo». Obviamente, si tengo que ofrecérsela a alguien le mostraré claramente la raya para que no haya sorpresas.

Por último, voy a dejar unas fotos de dos duros de 1884 que han pasado por mis manos. El primero es el siguiente.

Aquí van las fotos del segundo

No voy a decir el estado de conservación en el que se encuentran, pero ambas son monedas con muy buena presencia, bonitas y dignas de cualquier colección. Ambas las compré en subastas públicas. Bueno, pues el precio de la segunda es más de 10 veces el de la primera. Ahí está la pregunta que se deben hacer los coleccionistas: ¿preferimos tener 10 monedas de la calidad de la primera o una de la calidad de la segunda? Eso es decisión de cada uno, pero yo no recomendaría a nadie a que vaya a por moneda de altísima calidad si antes no es capaz de diferenciar los matices que hacen que el precio se multiplique.

Karl Popper es uno de los más grandes filósofos del siglo XX, sino el mayor. Entre otras enormes aportaciones introdujo el concepto de falsacionismo, el cual fue importantísimo para la filosofía y la epistemología de la ciencia durante las décadas venideras. En dos palabras, el falsacionismo es considerar que una sentencia científica debe poder ser refutada y se considera verdadera mientras que no se haya refutado. Por ejemplo, si digo «todos los cuervos son negros» esa sería una sentencia científica muy significativa y que nos creeremos hasta que no aparezca un ejemplar de cuervo que no sea negro; en cuanto aparezca uno ya nos lo dejamos de creer, la sentencia pasa a ser falsa y habrá que buscar otra teoría que sea refutable pero que no se haya refutado aún. Se podría decir que hoy casi todos los filósofos que se encargan de estudiar la ciencia parten de esas bases falsacionistas y que a la hora de hacer ciencia, todos los científicos siguen (consciente o inconscientemente) esas teorías.

Yo suelo aplicar las teorías falsacionistas a la numismática cuando se trata de detectar monedas falsas. Yo veo la moneda y pienso en una serie de características que pueden presentar las monedas falsas más comunes.  Si no las cumplen y además es una moneda que conozco bien y que me parece buena, pues la tomo como buena y así la considero. Pero eso no me garantiza en sí que la moneda sea auténtica, quizá la han falsificado muy bien y me la han colado. Pensaréis que si digo esto es porque no entiendo demasiado de monedas y por eso no puedo estar seguro de que la moneda sea buena o no, pero nada más allá de esto: creo sinceramente que nadie puede asegurar al 100% la autenticidad de una moneda sin más que hacerla pruebas en un laboratorio; a lo mucho puede decir que ha hecho una serie de pruebas y que todas ellas dan negativo, de lo que se deduce que la moneda se considera auténtica. Esto es y será así independientemente del número de cápsulas que tenga la moneda y de pegatinas que tengan esas cápsulas.

El otro día, Darío escribía en su blog siete consejos para evitar que nos cuelen moneda falsa y otra entrada en la que habla de la falsificación de monedas en China. Al parecer se está dando la voz de alarma por la inmensa cantidad de falsificaciones de altísima calidad llegadas de China que se centran sobre todo en la moneda americana. Mi opinión es que por ahora se centran en la numismática americana porque en ella hay muchísimos ejemplares de monedas en perfecto estado de conservación que se pagan a altísimos precios, por lo que sale mucho más rentable falsificar «en serie». No tendría sentido hacer de repente dos mil piezas de un real de Enrique II en calidad SC porque no habria mercado para absorver tanta moneda, pero sí puede tener sentido hacer mil monedas de un dólar de 1885.

Claro que se podrían hacer cinco buenas copias de un real de Enrique II, pero eso quizá no salga rentable por el principio de economía de escala: sale muy caro hacer una buena copia, pero una vez que tienes una hecha hacer las 100 siguientes es muy barato. Vamos, que hacer 5 copias no es rentable, pero hacer 5.000 sí.  Pasa lo mismo con el ordenador con el que estáis accediendo a estas líneas: dentro hay varios chips que contienen procesadores que tienen integrados miles de millones de transistores, y el coste de fabricación de esos chips es de unos pocos céntimos por el simple y llano hecho de que hacen decenas de millones de chips exactamente idénticos.

Una vez dicho esto, ¿cómo podemos defendernos ante una posible invasión de monedas falsas de altísima calidad que inunden el mercado? Pues en mi opinión hay que echar mano del concepto filosófico del aura, que ya introdujimos en el blog hace unos meses. ¿Quién decía que la filosofía no sirve para nada? Recordándolo brevemente, el aura es lo que diferencia a una obra de arte auténtica de su réplica exacta: es el recorrido histórico de esa obra de arte lo que diferencia la auténtica de la copia. Así pues, ante la imposibilidad de garantizar la autenticidad de la moneda, creo que sería interesante certificar el recorrido histórico de la misma.

Muchas de las monedas de alta calidad están perfectamente identificadas y se sabe el recorrido que han tenido. Lo malo es que en las subastas españolas, al contrario que en las de otros países, muchas veces se esconde la procendencia de las piezas y no se hace explicito de dónde provienen a pesar de que eso sería un valor añadido. Eso es algo que ya hemos comentado varias veces en el blog, y la verdad es que nunca hemos llegado a ninguna conclusión al respecto.

De todas formas, creo que para los que no podemos adquirir monedas de tan alta calidad sí que sería interesante hacer constar para las mejores monedas que tenemos, la procedencia de las mismas. Esto no significa que vayamos a tener que encapsular nuestras monedas, pero siempre es interesante contar con el papelote y la factura de la casa de subastas en la que la hayamos adquirido, o pedir al profesional al que se la compremos un certificado de autenticidad. También sería interesante que hubiese una empresa que diese el servicio de registrar monedas y a qué colecciones pertenecen, lo cual sería muy útil para garantizar la autenticidad en un futuro o para identificar las piezas si éstas son robadas. Yo no conozco ninguna empresa que proporcione este servicio.

La primera imagen es el retrato de Karl Popper, el resto están sacadas de esta entrada del blog de Susan Headley, que también habla de las falsificaciones chinas.

En este blog ya se ha hablado bastante de los contenedores de monedas que son tan típicos en Estados Unidos y que gustan a pocos coleccionistas europeos. La gracia de esos contenedores es que una entidad externa certifica la autenticidad de la moneda que contienen y proporciona una valoración de la misma, de manera que quien la compra tiene la opinión de un tercero sobre dicha pieza. El truco que permiten estos contenedores es que hay veces que los operarios de las empresas de certificación se confunden y tasan una moneda en peor calidad de la que es; como pequeñas diferencias de calidad pueden dar lugar a variaciones muy grandes en el precio, entonces el entendido que se da cuenta del error compra la pieza valorada de forma pesimista, la saca de su contenedor, la vuelve a enviar a la autoridad certificadora y es posible que se la tasen de forma más optimista, pudiendo venderla por mucho más dinero. Esto es lo que se llama el «Crack-out game«.

Este tipo de prácticas pueden generar muchos beneficios a los más entendidos, pero puede hacer perder bastante pasta a los que no lo son y compren monedas que están valoradas de forma muy optimista por sus contenedores. Así que se da la situación de que en Estados Unidos se meten en contenedores sistemáticamente todas las monedas «buenas» para garantizar su venta y ya resulta que ni de esos contenedores se fían los compradores. ¡¡Pues menuda historia!!

No se preocupen ustedes que donde hay miedo hay negocio, y aquí aparece Certified Acceptance Corporation (CAC), una tercera (o mejor dicho, cuarta) compañía que garantiza que, en su opinión, las monedas tienen una calidad acorde con la valoración que de ellas se indica en su contenedor y lo hace explícito con una pequeña pegatina en el plástico. Así el comprador tendrá su opinión, la del vendedor, la de la empresa del contenedor y la de CAC a la hora de comprar una moneda. Y por supuesto, todas las opiniones se llevan su parte de comisión.

«Because Confidence in a Coin’s Quality is Priceless» (Porque la confianza en la calidad de una moneda no tiene precio), es el emblema de esta nueva empresa sacacuartos. La confianza no tendrá precio, pero ellos cobran la tasación.

A fin de cuentas, y esto es lo más importante de todo, uno tiene que entender del tema por sí mismo y ser capaz de diferenciar lo bueno de lo mejor, y hasta que no se haga con seguridad no hay que meterse en moneda cara ni en camisas de once varas, porque lo normal es que se salga perjudicado. Eso sí, esto no quita que no esté bien tener las monedas certificadas o que se deba tener en cuenta la opinión de los expertos; pero en última instancia al hacer cualquier tipo de inversión el que invierta debe tomar las decisiones porque es quien asume el riesgo. Vamos, que no hay que pedir opinión a 30 entidades de certificación, hay que saber valorar por uno mismo. Creo yo.

Hoy abro otro melón: el tema de las pátinas, que hasta ahora no se ha tratado en este blog. Yo no es que sea ningún experto al respecto, pero propongo una pequeña reflexión después de haber leído unas conversaciones muy interesantes al respecto en cointalk, concretamente ésta, ésta y ésta, de donde están sacadas las imágenes de la entrada.

Lo primero que hay que comentar es que en Estados Unidos se valora muchísimo más las pátinas que aquí, y no lo valoran todos los coleccionistas, sino sólo unos pocos que las aprecian y están dispuestos a pagar significativamente más por ellas. Mi opinión personal es que esto se debe a dos motivos: en general los coleccionistas americanos cuentan con más dinero que los españoles y a que como toda su moneda es relativamente reciente y hay muchísimos ejemplares en calidad SC siempre intentan marcar la diferencia por pequeños detalles. Esto es lo mismo que hace que en EEUU la diferencia de precio sea tan grande entre monedas MS 64 y MS 65 (ver más sobre el tema); aunque en España también hay mucha diferencia entre monedas en SC y SC+, no es tanta como en EEUU.

En otras palabras, que como hay moneda americana buena para satisfacer a todos los coleccionistas, y sin embargo hay gente con mucho dinero, pequeñísimos detalles hacen que la moneda multiplique por 10 su precio. Y uno de esas posibles mejoras son las pátinas. En España generalmente se valora menos, prueba de ello es que en las subastas muchas veces aparece la denominación de «bonita pátina» o «pátina irisada» y no se aprecia un aumento del precio de salida, ni de la estimación, ni del remate con respecto a una moneda en similares condiciones pero sin pátina.

Aquí un forero hace un cálculo aproximado y llega a la conclusión de que en torno al 5% de las monedas de 1 dólar de plata americanas tienen pátina irisada. Con ello calcula la población de monedas en una calidad MS 64 con pátina bonita y la población de monedas de MS 65 y se llega a la conclusión de que se valora mucho más un pequeño aumento en la calidad de la acuñación de la moneda que el hecho de que presente una pátina original. La opinión de los foreros a este respecto es unánime, prefiriendo todos ellos una mejor calidad en la acuñación de la moneda.

Además, se presenta la seria dificultad de tasar la pátina de una moneda, puesto que no existe ningún catálogo especializado ni nada que haya hecho explícita la forma de valorar las pátinas. Quizá lo más semejante sea este artículo de la Toned Collectors Society (Sociedad de Coleccionistas de Pátinas) donde proponen una valoración de las pátinas. No obstante, no parece ser nada estandarizado ni tampoco muy seguido.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que esto va mucho por modas. En España hace unos años se valoraban más los duros con una pátina bonita que con algo de brillo, lo que hacía que muchos coleccionistas repatinasen los duros acercándoles a la llama de un mechero para que así se produjera una oxidación rápida y tomasen tonos curiosos. A mí me da la sensación de que esto ya no se lleva y la gente prefiere tener las monedas con color plata y, si puede ser, algo de brillo original.

Mi gusto personal es que las pátinas me dan un poco igual. Tengo alguna moneda en buena calidad que está bastante fea porque se ha ennegrecido pero no me importa porque el desgaste es pequeño. Y desde luego prefiero una moneda color plata o con brillo original que una moneda de colorines como las de las fotos, aunque hay que admitir que son bonitas y llaman la atención.

Es muy típico que la gente tenga un bote con monedas antiguas, guardadas en un rincón de la casa y que nadie ha mirado en los últimos cuarenta años. De repente, algún día se interesan por ese bote y también por el precio que puedan tener las piezas, no vaya a ser que tengan la suerte de que suene la campanada y saquen una propina. La situación es tan normal que hay mucha gente que llega hasta mi blog consultando en Google por el valor de sus viejas pesetas. Entradas como esta son de las que más visitas tienen.

Mucha gente al encontrar las monedas va a mercadillos a preguntar por el precio de las piezas, y generalmente no valen para nada, así que van de tenderete en tenderete hasta que se dan cuenta de que las pueden tirar al río, que sacarán lo mismo por ellas. Las pocas veces que los comerciantes encuentran piezas que valen para algo, se las compran a peso y no les pagan casi nada por ellas. Es normal.

Pero los más jóvenes, y los que utilizan Internet para consultar absolutamente cualquier cosa que no sepan,  acaban consultando en Google cómo tasar sus monedas. Tras leer un rato se dan cuenta de que no es tan fácil como parece, y es por eso por lo que ya llevo unas cuantas entradas dedicadas a las tasaciones. Hay veces que consultan en foros de numismática, como éste o éste, y siguen dándose cuenta de que es difícil.

He aquí la respuesta que di a una mujer que preguntaba aquí por qué hacer con un puchero de pesetas de Franco y del rey que tenía en su casa (me curré la respuesta y encima la mujer se lo tomó a mal, hay gente para todo…):

antes de nada, echa un vistazo a esto

En principio ese puchero no vale demasiado, lo siento si te desilusiono Si están en un puchero olvídate de encontrar nada en calidad sin circular.

Si quieres venderlas tienes tres opciones:

Opción A –> deshacerte de ellas, vendérselas a un aficionado (o a un profesional) que le gusten los errores, que será lo que más pueda interesar. A 8 euros el kilo de pesetas lo vería un precio interesante.

Opción B –> separar las monedas de 1947 y de 1953, tirando el resto de las monedas que haya. De entre las monedas que has apartado separa las que se vea algún número en ambas estrellas de las que hay a los lados de UNA en el reverso (tendrás que usar para ello una lupa). En las que no se vea nada, apártalas junto a las que quitaste antes, las que se vean estrellas son las interesantes. Hay gente interesada en las «interesantes» que has sacado, 30 euros por cada 100 monedas de ese estilo puede ser un precio interesante. El resto puedes venderlas a 4 euros el kilo… si es que te los pagan…

Opción C –> ponte a mirar una a una, interésate por conocer errores (¿que qué es un error?… madre mía, estás muy verde… quizá pierdas mucho tiempo si decides esta opción). Una vez que hayas apartado las monedas que pueden valer algo descubre su precio y busca compradores. ¿Te diré yo su precio y a quién vendérselas? No, éstos son mis motivos.

Yo sinceramente, aconsejaría a todo el mundo que no tenga especial interés en la numismática que se decante por la Opción A, puesto que la probabilidad de encontrar una pieza que merezca la pena será muy baja y el tiempo que hay que invertir es bastante alto. Evidentemente, si en el lote hay monedas de oro y plata la cosa puede cambiar. Aunque tampoco hay que esperar que se tenga una joya.

Si resulta que el lote no es de moneda española del siglo XX, sino de moneda mundial del siglo XX, pues para el caso lo mismo: raro será que alguna moneda cueste dinero. De todas formas, ahí hay una ventaja y es que se puede regalar el lote a algún niño y con él seguro que pasamos un buen rato.

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