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Si algo en algo se ha caracterizado España, casi como una constante a lo largo de los siglos, es de tener nefastos políticos. Eso sólo tiene como ventaja que cuando pensamos que es absolutamente imposible hacer peor política que la que han hecho los diferentes gobiernos que hasta ahora se han sucedido en el siglo XXI, no tenemos más que echar la vista atrás y ver que estábamos equivocados: hay quienes lo hicieron peor.

Concretamente, desde mi ignorante opinión, considero que no ha habido jamás un mandatario tan horrorosamente nefasto como Fernando VII. Un absoluto gañán al que el nacionalismo español le puso otra vez en el trono después de las vergonzosas Abdicaciones de Bayona. Su obtuso cerebro no le permitía comprender que España no podía seguir viviendo de las américas y no hizo otra cosa que borrar el poco pensamiento ilustrado que habían traído consigo los franceses, dar una marcha atrás hacia un absolutismo rancio y poner trabas a cualquier intento de industrialización del país. Tampoco era un hombre de palabra, ni siquiera con los que habían sido sus aliados, y si no que se lo digan al Empecinado. Por si fuera poco, lo más grave fue que España perdió la mayor parte de sus inmensas colonias y su mandato acabó en una Guerra Civil.

Con semejante currículo no parece digno de hacerle ningún homenaje, pero la verdad es que desde el punto de vista numismático no se dio mal este gobierno. De hecho, las acuñaciones de Fernando VII son muy amplias, habiendo una gran cantidad de cecas tanto en la Península como en las colonias, muchas de ellas debido a la Guerra de la Independencia de México. Lo mejor es que es un periodo en el que se pueden encontrar bastantes monedas a precios muy razonables a la vez que hay muchísimas rarezas que se ven en subastas una vez cada mil años. Eso hace que coleccionar a Fernando VII esté al alcance de muchos, pero completar su colección sea prácticamente imposible. Además, muchas de sus monedas esconden «una historia detrás» (bueno, ¿y qué moneda no la esconde?) lo que hace que más gente se interese por ellas.

Dicho todo esto, lo que propongo es enumerar los tipos de monedas de 8 reales en los que sale el retrato de Fernando VII. Me fijo en los duros porque suelen ser los que más gustan, porque son donde mejor se ven los rostros y porque son los suficientes como para hacer una entrada interesante, mientras que si lo extiendo a todas sus módulos la entrada saldría kilométrica. No tengo en cuenta ni los duros en los que aparece el rostro de Carlos IV o de Pepe Botella, ni tampoco aquellos duros en los que no se representa su rostro.Vamos por cecas, empezando por la península y sin repetir los rostros que aparezcan en las anteriores (o sean muy muy semejantes):

BARCELONA


Este rostro está en la ceca de Barcelona, madrid y Sevilla en los duros de 1822 y 1823. Es el busto del monarca durante el Trienio Liberal.

CÁDIZ

Éste es el busto más común en los duros de Fernando VII, llamado «busto laureado». El muy gañán debía verse guapo con la corona de laureles tipo emperador. Aparece en todos los duros de Cádiz (1810-1815), también en la ceca de Cataluña (1812), en la de Madrid (1814-1830), Sevilla (1809-1820), Cuzco (1824), Chiloe (1818-1822), Chihuahua (1814-1821), Durango (1811-1822), Guadalajara (1812-1823), Guatemala (1808-1821), Guanajuato (1812-1822), Lima (1810-1824), México (1811-1821), Monclova (1811-1812), Potosí (1808-1825) y Santiago (1811-1817).

CATALUÑA

Este busto se usó para las primeras acuñaciones en las cecas de Cataluña (1809-1810).

Este otro se usó para las últimas 1812-1814.

GERONA

Aparte del famoso duro de Gerona de 1808 (en el que no se retrata al monarca), en 1809 se acuñó esta rarísima pieza.

LÉRIDA

Otras dos rarísimas piezas acuñadas en Lérida en el mismo contexto que la de Gerona.

MADRID

Los primeros duros de Fernando VII en Madrid (1812-1814) se acuñaron con este rostro.

Este busto sólo se acuñó en Madrid en 1833 y personalmente es el busto de Fernando VII que más me gusta. Claro que no es un duro precisamente barato, así que creo que no me lo podré permitir si no es que algún lector del blog me lo regale.

SEVILLA

Las primeras acuñaciones de Fernando VII (1808-1809) portaban este busto. Las siguientes, de 1810 y algunas en 1811, portaban el llamado «busto diademado» (lleva una diadema en vez de una hoja de laurel), que es el siguiente:

El resto de los bustos de la ceca de Sevilla ya los he puesto antes.

VALENCIA

En Valencia sólo se acuñaron duros en 1811, todos con este busto.

CHIHUAHUA

Las acuñaciones de Chihuahua tenían todas el busto laureado, pero los primeros años de la ceca (1810-1813), las piezas eran fundidas y tenían este pseudo-retrato.

GUADALAJARA

En Guadalajara, además de con el busto laureado, se acuñaron con este busto algunas variantes.

LIMA

Los primeros años de acuñaciones en Lima se utilizaron el llamado «busto indígena». El de arriba entre 1808 y 1809, y el de abajo entre 1809 y 1811.

Los años posteriores Lima acuñó con el busto laureado desde 1810 hasta 1824. Además, en 1824 se acuñaron monedas con otro busto laureado, que aunque es semejante no es igual, como bien apunta Miguel en un comentario.

MÉXICO

Las primeras acuñaciones de México con Fernando VII (1808-1811) tenían este busto, luego pasaron de nuevo al laureado.

SANTIAGO

Las acuñaciones de duros de Santiago entre 1808 y 1811 presentan dos variantes: cabeza cubierta, como el de arriba, y cabeza desnuda, como el de abajo. En ambas aparece Fernando VII vestido de almirante. Luego se pasa el busto laureado.

ZACATECAS

Este es el primer busto de Fernando VII usado en Zacatecas, entre 1811 y 1813. Siempre se encuentran así de malas… cuando se encuentran. El siguiente busto usado, entre 1813 y 1818 es el de abajo. Después se usó el busto laureado.

Bueno, pues estos son todos… o no. Porque si nos ponemos a buscar matices y pequeñas diferencias entre bustos, sacamos una lista el triple de grande. Me vais a perdonar que no la haga. Todas las fotos están sacadas de Aureo y de Cayón. Los tres ejemplares que no he visto subastados (Lérida y Gerona) los he sacado del archi-conocido libro de Calicó. Por supuesto, si veis errores o que se me haya pasado alguno avisadme en los comentarios.

Para los que todavía no se hayan enterado, tengo una estupenda noticia: el blog de Carlos ha vuelto a abrir sus puertas y lo volvemos a tener dentro de los «blogs vivos» de la pequeña blogsfera numismática en castellano. Para quien no se haya pasado por ahí todavía recomiendo encarecidamente que cuando saquen un rato se paseen por el blog porque contiene unas reflexiones muy interesantes. La primera entrada de la nueva temporada de Blogpolis la ha dedicado a una discusión muy interesante que nació a partir de mi entrada sobre monedas expoliadas. Ahí ha dado Carlos su punto de vista, y como creo que el tema tiene interés, y como también me gustaría saber la opinión de nuestros lectores y comentaristas habituales (y los no habituales, por supuesto), pues aquí continúo yo con el debate.

Carlos parte de que en España nos movemos en un inaceptable marco en el que la administración colectiviza el Patrimonio y parece que es la «única responsable legítima» de su estudio, su conservación y su posesión. Esto es algo que Carlos considera «inaceptable» y a partir de ahí realiza una crítica interesante y propone unas reformas legales y unas modificaciones de la actitud de la administración que se dirigirían a que los ciudadanos también fuesen responsables de la conservación del patrimonio histórico. Ante esto, tengo que decir que estoy de acuerdo en casi todas las propuestas que hace y creo que darían buenos resultados, pero yo no veo con malos ojos que sea la administración la principal responsable de la conservación del patrimonio histórico.

Eso es una simple y llana forma de ver las cosas. Yo en temas de sanidad, educación y cultura me considero un férreo defensor de lo público (no así en otras cuestiones). En ese sentido, para mí en principio es una buena noticia que una moneda muy rara esté en manos públicas porque en cierta forma la considero «en parte mía» y tengo la esperanza de poderla disfrutar viéndola a través de la vitrina de un museo. Creo que esta visión es bastante compartida en España (no sé en el resto de Europa), pero en otros países, como EEUU, se suele considerar una mala noticia. Oyes a gente decir que «de esta moneda se conservan cuatro ejemplares y uno está en un museo público» y lo consideran una «oportunidad perdida», como si fuese un desperdicio.

Pero justamente está en ese sentimiento de propiedad (no privada, pero propiedad) lo que hace que me implique en la conservación de ese patrimonio y de que tenga conciencia de él. Lo considero en parte mío, o mejor dicho nuestro. Por poner un ejemplo, si me entero de que El Prado se está inundando dejo lo que tenga que hacer y me voy a achicar agua. Pero, sinceramente, no sé si mi visión es compartida por el grueso de la sociedad. No sé si a mi vecino del segundo le importa cómo esté conservado el cuadro de El Martirio de San Sebastián, de El Greco, que tenemos en Palencia y que yo estuve veinte minutos mirando la última vez que visité el museo de La Catedral. Es el cuadro de la imagen.

Justamente ahí es donde puede engarzarse la polémica: a mi vecino le da exactamente igual porque él ni lo valora ni es consciente de que el patrimonio artístico e histórico hay que conservarlo. Lo más peligroso de esta actitud es que si no valoramos esa conservación y los estudios que se realicen a partir de esas obras no vamos a pedir cuentas a la administración de lo bien o lo mal que lo hayan hecho. Y si no pedimos cuentas a la administración, al final ésta recortará presupuestos y ni se estudiará ni se conservará el patrimonio. En cierta medida eso está pasando, y son muchos los museos que tienen enormes cantidades de bienes históricos en sus fondos amontonados, sin estudiar y vaya usted a saber de qué manera.

Hasta ahí estoy de acuerdo: es algo en lo que se debe mejorar y para ello hay que concienciar a la sociedad. Entonces es cuando viene Carlos (y no es el único), y dice que si la manera de concienciar es hacer a los ciudadanos partícipes de la posesión, el estudio y la conservación del patrimonio. «Tenemos derecho a poseer un denario de Caracalla, por poner un ejemplo», dice. Y cree que es la propia administración, con su ánimo acaparador la que está poniendo trabas a la sociedad en tomar esta responsabilidad. Esto me recuerda una frase que oí hace un tiempo: «prefiero que mi colección se subaste y las piezas las disfrute quien más las valore a que esté en un museo bajo la mirada de quien pasa por ahí».

Justamente en eso es donde discrepo. Lo primero es que no creo que tengamos derecho a tener un denario de Carcalla. A lo mucho tendremos derecho a poder tenerlo, que es distinto. Después, no creo que sea necesario fomentar la propiedad privada para que haya más conciencia social al respecto. Como ejemplo, yo no poseo ningún cuadro pero me dolería en el alma si algo le pasa algo al siguiente Desnudo Acostado, de Modigliani (la siguiente imagen), o a la muralla de Lugo. Lo que hay que fomentar es que se valore y que se estudie el patrimonio artístico e histórico, y que eso no quede en manos de unos cuantos «técnicos» y «profesionales» con grandes conocimientos, sino que seamos todos los que podamos disfrutar del conocimiento generado y (¿por qué no?) de generar conocimiento. Es algo que no va a ser económicamente reentable, pero no por ello hay que dejar de hacerlo. Si dividimos el coste de hacer cualquier investigación histórica entre los posibles lectores que la disfrutan nunca nos saldrían las cuentas, pero es la única manera de que el conocimiento vaya avanzando.

Luego hay otra crítica y es que la administración muchas veces no cuida bien del patrimonio, en cambio el que se gasta el dinero en él se preocupará por su conservación. Yo no estoy del todo seguro. Bien es cierto que la administración, bien por falta de fondos o bien porque los fondos se destinan a otras partidas, podría cuidar mejor el patrimonio. Ya he comentado que hay mucho sin siquiera haber sido estudiado, y no hay más que ver cómo están los conventos desamortizados a la Iglesia en el siglo XIX para darse cuenta de que la gestión es muy mejorable. Pero al menos a la adminitración la sociedad se puede quejar.

Se ha robado el Códice Calixtino y la sociedad se ha quejado y todos nos hemos llevado las manos a la cabeza de la falta de seguridad. Por mi parte que a los responsables se les ponga una pena severa. Pero si ese mismo libro estuviese en manos privadas y el dueño lo tirase a la hoguera, todos habríamos perdido algo pero no nos podríamos ni siquiera quejar. ¿Creéis que estoy diciendo una tontería? ¿Creéis que nadie en su sano juicio se gastaría un dinero en un bien histórico para después destruirlo o conservarlo fatal? Pues estáis equivocados. Ryoei Saito se gastó 82,5 millones de dólares en 1990 en el cuadro «El retrato de Dr. Gachet«, de Van Gogh (el que pongo abajo) y dejó muy claro en su testamento que cuando muriese quería que su cuerpo se incinerase junto a su Van Gogh, que era su propiedad más preciada. No es el único ejemplo, tenemos a quienes guardan un Picasso en un lugar tan húmedo como un yate y no falta la rama más ignorante de los empresarios españoles que tenían un Miró en su cuarto de baño.

No, la administración no es ninguna santa, pero tampoco se puede confiar en los criterios de una sola persona por mucho dinero que tenga. Quizá a mí me suponga más esfuerzo comprarme un duro de 1881 que a un cateto hijo de un emir comprarse un Dalí. Pero no por tener dinero va a poder hacer lo que le dé la gana con una pieza histórica. En este sentido, yo vería con muy buenos ojos que hubiese alguna ley internacional que obligase a quien posea ciertas piezas históricas, o cuya relevancia sea importante, su adecuada conservación.

Dicho todo esto, creo que hay algunos aspectos que se deberían mejorar por parte de los políticos. Y son cosas de bastante sentido común. Comento algunas:

La extracción de los bienes arqueológicos. Hay muchos pecios que se saben dónde están desde hace décadas y no se extraen por falta de presupuesto. Yo creo que es de bastante sentido común hacer lo que hacen los americanos: que sea una empresa quien extraiga las piezas y luego una parte va para la administración y otra para la empresa. Todos ganan y será mejor que esos bienes estén en manos privadas que no en el fondo del mar.
Canalizar la función de los museos. En este aspecto estoy totalmente de acuerdo con Carlos. Sobre todo en que los museos pequeños deberían centrarse en temáticas concretas y buscar su completitud.
La colaboración entre museos. Esto sé que es imposible porque se tocarían las «competencias», y eso en este país está prohibido. ¿Qué sentido tiene que haya tantos cuadros de enorme calidad en los fondos de El Prado? ¿No se pueden «prestar» a museos pequeños como se hace con el de Badajoz? Eso es un simple ejemplo, pero ya me entendéis.
Permitir el acceso a estudiosos. El colmo de los colmos es que sea más fácil ponerse en contacto con un coleccionista privado y estudiar su colección que tener que pasar todo un infierno burocrático para poder estudiar una colección pública. Eso ocurre y no tiene ningún sentido.
– Obviamente, me encantaría que se declarasen más yacimientos de interés cultural y se estudiasen como merecen, pero para eso harían falta unas partidas presupuestarias muy grandes.

Ya se sabe que la América de los siglos XVII y XVIII era un jugosísimo botín repartido por las potencias europeas de la época. Fundamentalmente España y Portugal, aunque otros países también tenían su tajada. Allí decían que estaban para proclamar la palabra de Dios y no sé qué otras cosas más, pero al final lo que les importaba a los Europeos era el dinero, y por allí corría y bastante gracias a minas como la de Potosí. ¿Os parece si hacemos un pequeño repaso de las monedas de oro más comunes que circulaban por América en aquellos años? Vamos de las más pequeñas a las más grandes, y para eso me baso en el artículo «TheCoinage of Commerce», publicado en enero de 2010 en la revista The Numismatist (al que añado de mi cosecha, como siempre).

Con permiso de las raras 480 reis de Portugal, la moneda más pequeña que rondaba por aquellos lares era española: los medios escudos. Con un peso de 1,69 gramos de oro y una pureza de 0,875 se trataba de una moneda que, aunque fuese valiosa, podía usarse para el comercio de menudeo. A mí particularmente es una moneda que me gusta mucho (tengo pendiente dedicarle una entrada) y si nos las solemos encontrar en calidades bajas es simplemente porque circulaban. Estos medios escudos equivalían a 8 reales de plata puesto que para la España de la época la relación oro/plata era 1:16.

La siguiente moneda de oro que se podía encontrar en los bolsillos de los adinerados (no nos vayamos a creer que cualquier jornalero veía una moneda de oro en su vida) era el escudo. La producción de escudos por parte de España no era muy grande si se compara con otros módulos, pero tenía la gracia de que casi coincidía en peso  con otra moneda que llevaba usándose en Europa desde el siglo XV y que se usaría hasta el siglo XX: el ducado. En efecto, un ducado pesaba 3,4909 gramos de oro, mientras que un escudo eran 3,38 gramos. En América no se acuñaron ducados, pero se produjeron a millones en muchas cecas de Europa central, desde Italia hasta Polonia pasando por Rumanía, Alemania, Austria… no es de extrañar que muchos comerciantes llevasen ducados a América. Igualmente, Portugal tenía una moneda de metrología semejante que acuñaba en Brasil: los 1600 reis, que pesaban exactamente lo mismo que los escudos españoles.

Pero las que solían circular más eran los dos escudos, llamados generalmente «doblón». Tenían 6,77 gramos de peso y equivalían oficialmente a 4 monedas de 8 reales. Ahora bien, en norteamérica se solía considerar equivalentes a 3 dólares y medio, es decir, a 30 reales. Esto se debía a que el cambio oficioso por el norte entre el oro y la plata era de 15:1 en vez de 16:1.

Muy semejantes a los doblones españoles eran los Luis d’Or franceses, cuyo peso era de 6,75 gramos. Asimismo, Portugal acuñaba los 3200 reis con el mismo peso. Esta coincidencia no era fortuita, sino que conseguía que la moneda española, la portuguesa y la francesa pudiesen ser utilizadas de forma indistinta. Al fin y al cabo, era su contenido en oro lo único que importaba.

Luego estaban las monedas cuyo uso pretendido no era el comercio a pequeña o mediana escala, sino los pagos importantes como podrían ser las compras de terrenos, los pagos entre empresas o los pagos internacionales. Para ese tipo de cuestiones se acuñaban las medias onzas y, sobre todo, las mal llamadas «onzas»: los 8 escudos españoles. Digo mal llamadas porque una moneda de 8 escudos pesa 27,06 gramos de oro de 0.875 de pureza, mientras que una onza métrica tiene 28,35 gramos aproximadamente. Portugal también acuñó en las cecas de Brasil moneda con la misma métrica que España, siendo éstas de 12.800 reis, que solían llamarse «Joe» (más sobre el tema portugués).

Pero las más grandes de todas fueron las monedas de 20.000 reis que acuñó Portugal en la década de 1720 y que rápidamente ser revalorizaron a 24.000 reis porque su contenido en oro era el de 2 onzas españolas. Los españoles las cambiarían por 32 monedas de 8 reales y los ingleses, que comerciaban más con los Portugueses, por 30 monedas de 8 reales. Hay un ejemplar en el British Museum que reproduzco aquí abajo y que espero no tardar en ver (el resto de fotos están sacadas de la Wikipedia).

Eso sí, para moneda grande grande grande, una de 1 tonelada que nos ha mostrado Darío.

Para hoy tenemos bacalao, así que recomiendo encarecidamente a quienes vayan a poner comentarios a la entrada dedicándome sus insultos más irracionales que se abstengan porque no se las publicaré. Eso no quita que cualquier opinión o crítica razonable pueda hacerse. Faltaría más, ya sabéis que me encantan.

Dicho esto, vamos a lo que vamos: el expolio, una práctica que ha hecho muchísimo daño a los estudios arqueológicos y al patrimonio histórico de nuestro país. No hace falta más ver la entrevista a Eloisa Wattenberg o ver este estupendo documental sobre el asunto que me recomendó José Luis. Aún así, hay gente que expolia, que compra piezas expoliadas o que emite facturas falsas y encima chulea de ello, como si no fuese igual (o peor) que robar. Yo no soy quién para dar lecciones de ética y comportamiento a nadie, pero aquí voy a exponer unos argumentos con los que espero contribuir a que los coleccionistas no tratemos igual las monedas independiéntemente de si su origen es legítimo o no.

Lo primero que debe quedar claro es que expoliar es una práctica absolutamente ilegal. Está clarísimamente tipificado en la Ley de Patrimonio Histórico Español, cuyo artículo 42 dice que «toda excavación o prospección arqueológica deberá ser expresamente autorizada por la Administración competente». «Excavación» no significa que haya que llevar maquinaria pesada y hagan falta 200 personas para ello; un tipo con una pala puede excavar, y por tanto realiza una excavación. También se indica que «serán ilícitas y sus responsables serán sancionados conforme a lo dispuesto en la presente Ley, las excavaciones o prospecciones arqueológicas realizadas sin la autorización correspondiente». Además, en el artículo 44 se dice que «son bienes de dominio público todos los objetos y restos materiales que posean los valores que son propios del Patrimonio Histórico Español y sean descubiertos como consecuencia de excavaciones, remociones de tierra u obras de cualquier índole o por azar». Otra cita que quiero resaltar es del Código Civil, donde se indica en su artículo 351 que «El tesoro oculto pertenece al dueño del terreno en que se hallare. Sin embargo, cuando fuere hecho el descubrimiento en propiedad ajena, o del Estado, y por casualidad, la mitad se aplicará al descubridor».

En resumidas cuentas, el que está expoliando está robando patrimonio de todos y como un ladrón debe ser tratado. Ahora no faltará quien diga, como ya me han dicho, que la ley está mal. Claro, está mal para lo que interesa. ¿A que si prendo fuego a su casa querrá que me juzguen y no considerará que la ley está mal?  Pues hay que estar a las duras y a las maduras, hay que cumplir todas las leyes, no solo las que nos interesan. Y si tan malas son las leyes de este país, tienes otros muchos donde ir a vivir, como hubiese dicho Sócrates (quien, pudiendo escaparse, bebió cicuta para cumplir la ley de Atenas, aunque él la consideraba injusta). De todas formas, no seré yo quien defienda las leyes actuales contra el Patrimonio Histórico, puesto que yo creo que actualmente tenemos una laguna legal al respecto que habría que subsanar para que se endurezcan las penas (y no soy el único que tiene esa opinión).

Pero es que además de robar, el que expolia está destrozando evidencias históricas que ya nunca podrán ser recogidas, catalogadas, estudiadas y de las que posteriormente se podrían sacar conclusiones. Si las excavaciones realizadas por los arqueólogos son tan lentas y costosas es justamente porque tienen que seguir una metodología concreta para la extracción de las piezas. En cambio, el que expolia llega y se lleva lo que pilla sin más miramientos, sin pararse a pensar si destroza algo y, por supuesto, sin documentar nada. Por eso los expoliadores y los que comercian o compran material expoliado no son amantes de la arqueología y de la historia, como a veces dicen, sino todo lo contrario: son gentuza que además de robar nuestro patromonio nos privan para siempre de conocer más cosas del mundo antiguo.

Espero que consideréis, como yo, que éstos son grandes argumentos  en contra del expolio. Pero ahora viene la siguiente pregunta: ¿y también está mal comprar monedas expoliadas si el daño ya está hecho?

Pues sí. Lo primero es porque puedes tener problemas.  Lo segundo es porque el dinero que estás gastándote al comprar una moneda expoliada no va precisamente a una ONG, sino que sirve para alimentar y subvencionar a los expoliadores. Es el mismo motivo por el que yo nunca he consumido drogas ilegales: ¿dónde va a parar el dinero que me gasto? No podemos mirar hacia otro lado y dormir tranquilos. Claro que comprar monedas expoliadas es más barato que hacerte con piezas con su correspondiente factura, pero luego habrá que pensar por qué.

Otra excusa típica que suelen poner los que expolian (sobre todo a pequeña escala) es que  España cuida muy mal su Patrimonio Arqueológico. Pues sí, eso es cierto, pero por eso no tienen derecho a robarlo. ¿O es que si yo considero que cuidan mal de su colección de monedas puedo entrar en su casa, destrozar todo lo que vea hasta encontrar la colección y luego llevármela? Evidentemente no. A lo mejor esos mismos se quejarían si aumentasen los impuestos para cuidar el Patromonio Arqueológico Nacional. ¿O es que se piensan que es barato?

Luego está la excusa del que se hace el novato cuando quiere. Llega y te salta eso de «pero es que yo no sé diferenciar una moneda expoliada de una que no lo es». Se ve claramente: las monedas expoliadas tienen generalmente gran cantidad de tierra. Cuando vas a la Plaza Mayor de Madrid y ves puestos donde todas las monedas que tienen están llenas de tierra… vamos, que más claro agua. También me podréis decir que cómo se sabe si un profesional de prestigio o una casa de subastas no te está vendiendo una moneda expoliada.  Pues es muy fácil, sólo tienes que pedir factura. En las casas de subastas vienen todas las monedas con factura, y en las transacciones privadas se puede pedir si tienes delante a un profesional. Cuando se compran monedas a otro aficionado o a alguien que las ha heredado se le puede pedir que al menos nos deje ver su DNI, de forma que si algún día hay un problema con esas monedas al menos se pueda identificar quién las vendió.

No me malinterpretéis, no estoy diciendo con esto que todas las monedas que aparecen en subastas tienen un origen legítimo, ni que cualquier cosa que nos dé un profesional con factura no haya salido de la tierra. Seguros no podemos estar nunca,  pero sí que podemos tener sospechas. Cuando compro a gente seria no tengo ninguna sospecha de que lo que adquiero sea expoliado o robado, y si me surgen dudas razonables entonces no lo compro por barato que sea. Si al cabo de unos años resulta que me viene la Guardia Civil y me dice que aquello que compré era expoliado, pues lo único que me pueden hacer es requisarme la mercancía y ya me encargaré yo de denunciar al comerciante.

Luego están los expoliadores que te saltan esa de: «no, si yo no expolio, yo no busco tesoros, yo sólo busco algunos denarios romanos». Claro, ¿y qué son esos denarios más que un tesoro? ¿Acaso no excavas para encontrarlos? Vale que no te hayas metido en una excavación arqueológica, pero claramente estás expoliando. No puedes ir con el detector y decir que te has encontrado un denario «de casualidad». Y si de casualidad nos encontramos un denario hay que llevarlo a la autoridad competente. Hacer cualquier otra cosa es robar.  Evidentemente, en este grupo no caen esos aficionados que tienen un detector, licencia para rastrear en cierto terreno y que lo hacen de forma totalmente legal. No es lo mismo y no hay que buscar excusas.

Con todo esto creo que ya he dado argumentos más que suficientes de por qué considero ilícito expoliar y comerciar con material expoliado. Espero haber convencido a algunos. A otros seguro que les entra por una oreja y les sale por la otra y estarán pensando eso de: «a mí me da igual, mientras me saque un dinero…». Allá ellos, pero que piensen que el vendedor de droga, el político corrupto, el que roba tendido de cobre y demás pandilla están en su mismo saco. Gente a las que sólo buscan ilegalmente su propio beneficio sin importarles lo más mínimo el daño que hacen a la socidad.

Las imágenes están sacadas de diversas noticias relacionadas con detenciones a redes de expoliadores: una, dos y tres.

Con todos ustedes uno de los bustos más bonitos jamás grabados en una moneda, no todos van a ser feos (obtenida de la subasta de Soler y LLach del 5 de julio de 2011 ).

Fernando VI no es que fuese un tipo muy atractivo, y pasó por la corona española sin pena ni gloria. Su numismática tampoco es demasiado relevante salvo por la cantidad de bustos diferentes con los que se le retrató en tan poco tiempo y la cantidad de moneda de oro que se acuñó en esos años. Pero a mí personalmente me gusta por la belleza de los bustos, diseñados por Francisco Sáez. Más parecen bustos propios de una escultura en mármol que para representarlo en una moneda.

El estilo, como no podía ser de otra manera, es totalmente barroco y de una enorme complejidad. La leyenda indica en el anverso FERDINANDUS VI D G HISP REX (Fernando VI rey de España por la Gracia de Dios) y en el reverso NOMINA MAGNA SEQUOR (Buscando los grandes títulos). El retrato del anverso presenta a Fernando VI vistiendo una peluca y con facciones redondeadas, algo que en su época se consideraba el canon de la belleza y que cambiaría con Carlos III y su prominente nariz.

En el reverso se presenta el complejísimo escudo de España de la época, que había sido propuesto por Felipe V. En ese escudo aparecen representados los reinos de Castilla y de León junto con Granada, el de Aragón y las dos Sicilias, las flores de lis de la monarquía española, Austria, Borgoña antiguo, Borgoña moderno, Brabante, Flandes y Tirol. Si queréis saber a qué territorio se refiere cada símbolo pasaos por aquí. Yo hecho de menos el símbolo de las colonias americanas, que era lo mejor que tenía España (ya dijo Cervantes que España vale un Potosí), pero ya se ve la forma en la que despreciaban en la época todo lo que no fuese Europa. Además, el escudo está coronado con la Corona Imperial, rodeado de la Orden del Toisón de Oro y con la cruz de la francesa Orden del Espíritu Santo. Si todo esto os parece enormemente complejo es que no habéis visto el Escudo de Armas de la época; aquí os lo dejo extraído de Wikipedia:

Una vez descrita la pelucona os comento un par de detalles propios de esta moneda. El primero de ellos es que son monedas que se encuentran siempre en calidad de EBC para arriba. No he oído hablar de ningún ejemplar en inferior calidad. La razones son dos: por un lado, son monedas que apenas circulaban en la época, así que es fácil encontrarse monedas de 8 escudos en calidades muy altas; la segunda razón, más propia de esta pieza concreta, es que no hace mucho se encontraron muchas de ellas en un pecio de un barco que llevaba el oro de la ceca (ya profundizaré sobre este tema más adelante) y debido a ello la mayoría de las monedas que se venden no han circulado, porque reposaron bajo el mar nada más acuñarse.

Otra de las características propias de esta moneda es la aparición de una zona mal acuñada en el escudo. El ejemplar de la foto tiene una zona casi sin acuñar en el busto y otra en el escudo. Lo del busto es propio de este ejemplar, pero los escudos aparecen así en casi todos los ejemplares que he visto. Además, en la parte de arriba del escudo a la izquierda suele aparecer una pequeña hojita. Por si no lo veis bien en la imagen de arriba, os lo remaco en esta otra:

Esa zona sin acuñar y esa hojita son muy características de los 8 escudos de 1751 de Santiago, y dan una buena muestra de su autenticidad. También es cierto que no suelen verse monedas falsas que intenten imitarlas. Al menos yo nunca he visto ninguna. En cualquier caso, nunca está de más ser precavido y sospechar de la autenticidad de la pieza si no tiene esas características.

En cuanto a tema de precios, lo dejo para la siguiente entrada.

Los lirios son unas plantas con unas hojas muy bonitas que han sido utilizadas como símbolo heráldico desde muy antiguo en Europa. Su simbología moderna se remonta a principios del siglo XII, siendo Luis VIII de Francia el primero en añadir la flor del lirio a su propio blasón. Luis VIII era un rey franco y los lirios se daban en abundancia en los Paises Bajos, así que supongo que se vería como un símbolo de la tierra. Vamos, que si hubiera sido castellano hubiera puesto unas amapolas.

Pasados unos siglos la simbología de la flor del lirio se ligó a la monarquía francesa, pasando a finales del siglo XIV a tener tres flores de lis doradas sobre fondo azul, de manera que se representaba la Santísima Trinidad y la propia monarquía, de forma que en un solo símbolo se mezcla el poder real y el poder religioso. Esa representación sigue siendo la actual.

Con el paso de los año la Casa de Borbón tuvo a la flor del lirio como símbolo propio y cuando las contingencias históricas hicieron que fuesen los borbones quienes mandasen en España, ese símbolo pasó a nuestro país con el nombre afrancesado de «flor de lis». Lo más gracioso es que los franceses hace ya tiempo que se libraron de la monarquía y nosotros seguimos con las dichosas florecillas en el centro del escudo de España.  Pero no hay mal que por bien no venga, y es que desde el punto de vista numismático las flores de lis son un relieve bastante pronunciado en el centro de muchas monedas de El Centenario, así que observar su desgaste suele ser un buen síntoma de la calidad de la moneda.

Dicho todo esto, vamos a lo que habíamos venido:

Todo el mundo conoce las monedas de 100 pesetas de bronce que se acuñaron en España entre 1982 y 2001, habiendo fechas diferentes para cada año excepto para 1987 y para 1991. Lo que no sabe todo el mundo, pero sí los aficionados a la numismática, es que en el canto de esas monedas aparecen 22 flores de lis, habiendo para cada año dos variantes diferentes: unas con la lis hacia arriba y otras con la lis hacia abajo. Es decir, que de cada año hay dos monedas de 100 pesetas y sólo se diferencian en la dirección en la que apuntan sus flores de lis.

Esto hace que las monedas de 100 pesetas se suelan vender por parejas, incluyendo una con la lis hacia arriba y otra con la lis hacia abajo, y que yo sepa no hay ningún año en el que una sea más rara que la otra. A los coleccionistas que empiezan yo les recomendaría que siempre compren las monedas por parejas porque andar buscando una moneda suelta puede ser un rollo, ya que casi todo el mundo prefiere tener parejas y no las va a querer romper.

Otra historia es qué variante tiene la lis hacia arriba y qué variante la tiene hacia abajo. No hay forma de que todo el mundo se ponga de acuerdo en ello, parece la discusión sobre «little endian» y «big endian» que tenían los liliputianos de los Viajes de Gulliver. En general creo que es más aceptado considerar que la lis arriba es cuando el pico de la lis apunta hacia la cara del anverso (donde está el rey), mientras que la lis abajo es la que apunta hacia el reverso (donde está el motivo). No obstante, como esto no suele ser compartido por todo el mundo, lo mejor es que si se compra una moneda de 100 pesetas por Internet y sea importante la variante de la que se trate, se pregunte al vendedor hacia dónde apunta la flor de lis.

En la imagen superior se ve muy bien la diferencia entre ambas variantes de monedas. La imagen está tomada de aquí.

Por diversos motivos últimamente estoy viajando mucho a Ceuta, una ciudad pequeña pero con una enorme carga histórica. Una de las cosas que más me ha sorprendido de esa ciudad es que todo el mundo sabe que allí se acuñó moneda, algo que ignoran la mayoría de la gente de otras ciudades como Palencia, Valladolid, Jubia, Cuenca… pero en Ceuta se conoce, están orgullosos de ello y, es más, un regalo típico de la ciudad es una réplica de un ceitil ceutí. No obstante, lo que no saben la mayoría de los ceutíes es que además de ceitiles se acuñaron otras piezas. Vamos a ver si las repasamos.

Como todo el mundo sabe, Ceuta es una de las puertas del Mediterráneo y el paso natural entre África y la Península Ibérica, a través del Estrecho de Gibraltar. Dicho esto, no hace falta ser un lince para imaginarse que esa zona es militarmente muy importante y que muchos paises quisieran controlarla. En efecto, la situación es tal que españoles, británicos y marroquíes se reparten la soberanía del estrecho y cada cual reclama el territorio que no es suyo. Una fiesta diplomática que no es nada nueva; hace ya bastantes siglos que muchas potencias reclamaban el mando del estrecho, y lo reclamaban a la antigua usanza: a palos.

En efecto, Ceuta ha sido una ciudad muy disputada por moros y cristianos y un enclave estratégico desde donde comenzar una invasión posterior. Las invasiones desde siempre han sido de todo menos baratas, así que en algunas ocasiones esas potencias acuñaban moneda en Ceuta para poder hacer frente a los gastos. A continuación voy a repasar las monedas que yo conozco que acuñaron allí. Con ello no pretendo ser minucioso, ni tan siquiera aseguro que no haya más de las que indico (no soy experto en moneda de Al-Andalus), pero estoy seguro que si faltan piezas habrá lectores del blog que las detecten y las indiquen en los comentarios.

Antes de entrar en materia, vamos a recordar que Al-Ándalus se  inició en el año 711, cuando los musulmanes entraron en la Península Ibérica y rápidamente la invadieron en su práctica totalidad. Se suele considerar el final de Al-Ándalus en 1492, con la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos. Pero mientras tanto, no es que en Al-Ándalus hubiese «moros», sino que diferentes pueblos musulmanes conquistaron ese territorio. Para que nos hagamos una idea, Al-Ándalus estaba al principio integrada en el Califato Omeya, para después convertirse en un emirato independiente y luego en el Califato de Córdoba, hasta que se disolvió y se dividió en los primeros reinos de Taifas.

Estando estos reinos de Taifas es cuando entraron en escena los Almorávides, los primeros en acuñar monedas en Ceuta.  Estos se apoderaron de Ceuta en 1084 dirigidos por Yusuf ibn Tasufin, un emir bereber muy poderoso y un gran batallador. Al año siguiente de asentarse en Ceuta Alfonso VI tomó Toledo y los Taifas ansalusíes se echaron a temblar ante el avance cristiano (recordemos que luchaban, ni más ni menos, que contra El Cid), por lo que pidieron ayuda a los almorávides, que tardaron poco en adentrarse en la Península y liarse a palos con todo el que se les ponía por delante. Entraron en 1087 y otra vez en 1090, haciendo suyo gran parte del territorio peninsular y reconquistando a los cristianos plazas importantes como Toledo, Lisboa o Valencia (pero esta última después de la muerte de El Cid, que era su gobernador).

Pues en este contexto es cuando Ceuta tuvo ceca por primera vez, acuñando dinares de oro que seguramente ayudaron mucho a la conquista de la península. Un ejemplo es la pieza que se muestra sobre este párrafo y que fue acuñada en 1091.

Las siguientes monedas ceutíes de las que tengo constancia también son acuñadas por los almorávides, pero en una situación totalmente diferente: para entonces los reinos cristianos estaban muy fuertes en la península y el descontento de los moros con los almorávides era tal que habían pedido al rey Alfonso I de Aragón que les ayudase a expulsarlos de Andalucía. En efecto, en 1126 se puso fin al dominio almorávide en Al-Andalus, al mismo tiempo que otra potencia les ponía en jaque por el sur: los almohades. Los almohades tomaron Marrakech, la capital Almorávide, en 1147.

Así que a mediados del siglo XII los almohades se encontraban amenazados por el norte por los cristianos, por el sur por los almohades y por si fuera poco había continuas revueltas internas en ciudades como Mértola o Sevilla, lo que dio lugar a los segundos reinos Taifas.  Pues en ese contexto de total inestabilidad política y económica es cuando se vuelven a acuñar monedas en Ceuta, pero esta vez no de oro (o al menos que yo conozca), sino quirates de plata como los que se muestran justo encima, datados alrededor de 1130-1140.

Tal y como pinta la historia, parece bastante claro que los siguientes en conquistar Ceuta fueron los almohades, quienes se hicieron con el control de la ciudad en 1147, mismo año en el que entraron en la península ibérica, donde tardaron poco en conquistar Al-Andalus. Como los almohades eran buenos comerciantes y Ceuta es un estupendo enclave marítimo, por aquellas épocas en Ceuta había dinero y se podía permitir el lujo de acuñar piezas de oro, como los medios dinares que se muestran arriba, acuñados en los primeros años de control almohade sobre la ciudad. Nótese también las diferencias evidentes entre los dinares almohades y los almorávides, aunque en ello no entraremos.

De nuevo, el patrón se repite y en Ceuta se vuelve a acuñar moneda una vez que los almohades han entrado en decadencia, a mediados del siglo XIII. En esa época ya habían perdido prácticamente todo su control sobre Al-Andalus con la derrota de la batalla de Navas de Tolosa y la proclamación de independencia de los nazaríes en Granada. De hecho, en aquellas épocas la preocupación de los almohades era el control de sus territorios en el norte de África y es entonces cuando vuelven a aparecer dinares acuñados en Ceuta, como el que se muestra bajo estas frases, acuñado en 1148. Un útimo apunto con respecto a los almohades es la gran importancia que tuvieron en la moneda castellana y catalana durante los siglos venideros, no hace falta más que echar un vistazo a nuestro léxico para darse cuenta de ello.

En las décadas venideras Ceuta está continuamente siendo conquistada y reconquistada por muchos pueblos. Entre 1232 y 1249 conquistaron la ciudad los Taifas de Murcia, el Reino de Fez, los hafsíes y finalmente los azafíes, de quienes no he encontrado ningún tipo de información en la Web. Con tanta gente mandando en tan poco tiempo no es de extrañar que incluso se llegase a proclamar como ciudad independiente en 1233. Pasados esos años tan turbulentos, los azafíes consiguieron controlar la ciudad durante 80 años, si bien de forma intermitente porque en varias ocasiones pasó a manos del Reino Nazarí de Granada y también a las del Reino de Fez. Debían estar todo el santo día a palos por lo que parecen.

Durante ese periodo también se acuñó moneda en Ceuta. Por ejemplo, los siguientes dirhams fueron acuñados por los azafíes:

Mientras que el siguiente dirham lo acuñó en Ceuta el Reino Nazarí de Granada:

A principios del siglo XV quienes tenían el control de Ceuta era el Reino de Fez, hasta que en 1415 Juan I de Portugal desembarca y conquista la ciudad, quedando ésta por primera vez bajo dominio cristiano. Para los portugueses Ceuta fue un enclave de mucha importancia a principios del siglo XV puesto que querían expandir el Imperio Portugués por el norte de África. Todavía quedaba más de medio siglo para que se descubriese América, pero el espíritu de descubrir, conquistar y evangelizar ya estaba presente en los portugueses.

Numismáticamente hablando esto tuvo su importancia, sobre todo durante el reinado de Alfonso V de Portugal, apodado el africano por sus incursiones en este continente.  Fue bajo el mandato de este rey cuando se acuñó en Ceuta los ceitiles que tanto se conocen en la ciudad. Los ceitiles eran monedas de vellón muy humildes, el equivalente a las blancas castellanas. Esos ceitiles se acuñaron en abundancia y, como otros ceitiles acuñados en Lisboa o en Oporto, presentan un castillo con olas debajo (generalmente tres olas, pero no siempre). Lo característico de los ceitiles ceutís es que aparece una C al lado del castillo, que es la marca de ceca, si bien no todos los ceitiles con una C fueron realmente acuñdos en Ceuta, sino que algunos se acuñaron en la metrópoli y se enviaron a Ceuta posteriormente. La imagen de abajo es un dibujo de un ceitil ceutí que aparece en Wikipedia, si bien existen otras variantes. Por otra parte, en el libro de Ferraro Vaz (que nos recomendó Rubén) también se cita la acuñación en Ceuta de monedas de oro y plata, si bien son piezas muy raras.

Los portugueses mantuvieron el mando de Ceuta hasta 1580, cuando pasó a dominio castellano. A partir de entonces Castilla y después España mantuvieron su soberanía sobre Ceuta hasta nuestros días, si bien la ciudad ha sido atacada por reyes marroquíes en múltiples ocasiones. Los castellanos y los españoles no han acuñado moneda en esa ciudad, aunque se le dedicó la moneda de 25 pesetas de 1998, que es la que se muestra más abajo.

Con todo esto, creo que ya nos podemos hacer una idea de las acuñaciones que se han realizado en Ceuta. Es un buen ejemplo de un enclave militarmente estratégico que acuñó moneda cuando se necesitó, fundamentalmente para financiar las incursiones que unos u otros hicieron por los alrededores. No fue una ceca estable, pero acuñó monedas durante muchos siglos.

Un último apunte invita a la reflexión, y es que en Ceuta todo el mundo sabe que allí se acuñaron ceitiles, pero casi nadie sabe que también los almorávides, los almohades, los azafíes y los nazaríes acuñaron moneda. Nos sentimos muy poco orgullosos de nuestras raíces árabes, y en mi opinión son importantes porque nos han permitido ser un pueblo muy rico.

Un último detalle, para rematar es una muestra de la importancia de las monedas acuñadas en Ceuta. Se trata de un mancús acuñado en Barcelona en el siglo XI a imitación de un dinar ceutí. Se subasta el próximo 27 de abril en Aureo. El resto de las fotos están tomadas de aquí.

Gracias Rubén por ayudarme con esta entrada.

Estonia es un país al que tengo especial cariño porque estuve en Tallín 15 días en un curso de BEST sobre economía, lo cual no fue más que una excusa para que un 30 universitarios de todas parte de Europa (entre organizadores y alumnos) estuviésemos dos semanas seguidas de partuza descomunal en una ciudad con 22 horas de sol al día. Al acabar el curso no había aprendido absolutamente nada de economía pero de licores nórdicos y de saunas mixtas podría haber escrito una tesis doctoral. Luego yo por mi parte prolongué la fiesta una semana más por Letonia y Lituania adquiriendo, eso sí, toda la cultura báltica que en tan poco tiempo se puede absorber.

Pero el blog no va de partuzas, sino de monedas.  La cuestión es que, como todos ya sabréis porque se ha dado muchísima publicidad, el uno de enero de 2011 entró Estonia en la zona euro. En este caso el diseño de los euros es el mismo para todas las monedas, es decir el mapa del país, un diseño que me parece muy acertado. Hay que decir también que las monedas (acuñadas en Finlandia por la empresa Soumen Rahapaja) tienen muy buena calidad y casi parecen PROOF las piezas de circulación normal.

La polémica viene porque las fronteras del mapa que se muestra en las monedas no coinciden con la frontera actual de Estonia, sino con las fronteras que Estonia reclama como propias y que supondrían la anexión de un territorio actualmente ruso.  Esta noticia ha aparecido en multitud de medios (y también se ha discutido en el foro de Imperio Numismático), pero no he visto ninguno en el que se explique realmente el por qué de la confusión de las fronteras. Para ello hay que recapitular un poquito de historia estonia, que ahora voy a resumir desde una perspectiva personal.

Básicamente Estonia ha sido un territorio que durante los últimos siglos han conquistado muchas potencias extranjeras: polacos, letones, suecos, daneses, rusos… todos pasaron por allí, gobernaron el tiempo que pudieron y los estonios llegaron a acostumbrarse a estar dominados por potencias extranjeras hasta el punto de que no les es ninguna vergüenza reconocerlo. De hecho, en el centro de Tallín tienen monumentos que conmemoran victorias de tropas foráneas (como la caída del cielo de la bandera danesa durante la batalla de Lyndanisse). No fue hasta bien entrado el siglo XIX cuando los estonios, al igual que otros muchísimos pueblos europeos, tomaron conciencia de sí mismos como nación y quisieron un autogobierno independiente de quien les estaba dominando en aquellos años, que no eran otros que los rusos.

Los estonios aprovecharon la debilidad del comienzo de la Unión Soviética para alzarse en armas en 1918 y, apoyados por otras potencias europeas como Inglaterra, Finlandia o Suecia, ganar lo que después se vino a llamar la Guerra de la Independencia Estona.  La desorganizada Rusia de la época y el medio-vencido ejército rojo no controlaron a tiempo la revuelta y se firmó la Paz de Tartu, declarando a Estonia independiente de la Unión Soviética y definiendo unas fronteras que son exactamente las que se muestran hoy en día en las monedas de euro estonas.

Como pasa casi siempre la alegría dura poco en casa del pobre y en septiembre de 1939, recién comenzada la Segunda Guerra Mundial, el ejército rojo entró sin piedad sobre Estonia y el resto de países bálticos. Posteriormente, en enero de 1941 fue el ejército nazi quien invadió Estonia y mantuvieron el poder hasta el otoño de 1944, cuando Rusia volvió a invadir Estonia. Os podéis imaginar que entre tantas conquistas y reconquistas quien realmente salió perdiendo fue el pueblo estonio, uno de los más castigados durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez acabada la guerra, y sin una aparente razón de peso, el gobierno de Stalin anexionó unos territorios del este de Estonia a la RSFS haciendo caso omiso al Tratado de Tartu, que ya por aquél entonces era papel mojado. El gráfico de abajo muestra los territorios bálticos anexionados a RSFS.

Todo este asunto acaba cuando a finales de los 80 se da la idealizada «revolución de las canciones» en las que el pueblo báltico se une contra un enemigo común: la URSS. Entre las diferentes manifestaciones que se daban en el cada vez más abierto régimen soviético la más famosa, sin ninguna duda, fue la cadena báltica (abajo una foto), en la que ciudadanos estonios, letones y lituanos formaron una cadena humana que cruzaba los tres países. Al final el 22 de agosto de 1991, Estonia declaró su independencia conservando las fronteras que tenía ese momento, es decir, las del Tratado de Tartu menos los territorios que había anexionado Stalin a la RSFS. Esos territorios fueron reclamados en su momento y siguen siendo formalmente reclamados, si bien a Moscú por un oído le entra y por otro le sale.

Llegados a este punto me imagino que todos nos habremos hecho una pequeña idea de por dónde viene el asunto. A esto hay que añadir que hoy por hoy la sociedad estona es totalmente europea y europeísta, mirando con malos ojos casi todo lo que venga de Rusia (es una de las diferencias más notable con los letones, donde hay mucha más cantidad de población de origen ruso). Los estonios tienen una mentalidad totalmente emprendedora, uno de los factores que ha ayudado a que en los últimos años haya experimentado un enorme crecimiento económico, mucho más que sus vecinos del sur. Por otro lado, no olvidan su pasado comunista dejando algunos símbolos de la corrupción que allí hubo. Por ejemplo, en el centro de Tallín, que está totalmente reconstruido, hay un retrete que los rusos construyeron presupuestándolo en unos 150.000 euros (de los años 80); allí lo dejan con una plaquita como testimonio de la corrupción vivida. No obstante, yo mismo estuve con una rusa un viernes a las tantas de la mañana cantando el himno ruso en plena zona de copas de Tallín, y nadie nos dijo nada. Eso es exactamente lo que yo considero un «nacionalismo sano«, puesto que se consideran un pueblo y una nación independiente pero no están en contra de nadie.

Dicho todo esto, ya sólo me queda argumentar por qué opino que toda la polémica es una pantomima:

Lo primero es porque no me creo que quien haga las monedas, por muy finlandés que sea, no se haya dado cuenta de las fronteras actuales de Estonia. Es más, aún en el caso de que se trate de un error humano, antes de sacar una versión oficial se harían muchísimas pruebas que verían cientos de personas y digo yo que alguno conocería el mapa de su propio país. Así pues, el gobierno estonio está claro que conocía el «error» antes de emitir las monedas.

Igualmente, la emisión de una nueva moneda no es un secreto de estado como para que no se hubiese filtrado su diseño al gobierno ruso antes de tiempo.

Estonia ha salido beneficiada con toda esta historia porque por un lado ha dado publicidad a una reclamación histórica de la que seguramente no nos hubiéramos enterado de otra manera y por otro lado le ha permitido hacer más publicidad de sus propios euros y así vender más. Sin ir más lejos, va a sacar 50.000 ejemplares de la cartera de euros de 2010, lo cual es más del doble de la tirada de un país como España, bastante mayor y con miles de coleccionistas más.

Todas las imágenes están sacadas de Wikipedia excepto la penúltima que está sacada del foro de Imperio Numismático.

A mi casa me llegan cada poco tiempo catálogos de subastas numismáticas. Tanto es así que uno ya se acostumbra a recibir gratuitamente libros de monedas a todo color de forma totalmente gratuita; parece como si ya no tuviesen valor alguno. No obstante, no es tan común recibir catálogos que cuando los lees, independientemente de si se puja por algo o no, se aprende de ellos. Tal es el caso del catálogo de la próxima subasta de Cayón, del que se pueden extraer un montón de cosas. En esta entrada voy a dejar un pequeño repaso del conocimiento adquirido, fijándome en algunas piezas concretas (que no tienen por qué ser las más caras o espectaculares) y no en la subasta en su global, de la que estoy seguro que Rafael hará una buena descripción.

La primera pieza en la que hay que fijarse es en la preciosa dobla de la banda de Juan II con ceca de Ávila que se muestra arriba. La moneda es inédita y era desconocida hasta la fecha; probablemente sea una pieza única. De ella hacen una muy buena descripción, indicando que la fecha más probable de acuñación sea verano de 1420, cuando Juan II pasó una temporada en Ávila en la que aprovechó para casarse. También hacen alguna reflexión artística bastante interesante sobre la pieza, destacando dos detalles.

El primero de ellos es que la banda del escudo va de derecha a izquierda, algo muy raro que sólo se da en otro modelo acuñado en Sevilla (tipo 16.10 en el libro de Mozo y Retuerce, quien por cierto Cayón ni siquiera cita). El segundo detalle que indican es que si nos fijamos en los castillos del escudo se asemejan a una catedral gótica, mostrando los contrafuertes, exactamente igual que los castillos de las monedas acuñadas en Sevilla. No obstante, en las doblas de la banda acuñadas en Burgos (abajo se muestra una procedente de la subasta Caballero de las Yndias) el castillo recuerda a unas torres románicas. Esto hace pensar que el ensayador sienta más próximo el arte gótico que el románico, o la catedral de Sevilla del románico burgalés, lo que hace creer a Cayón que el ensayador fuese sevillano y no burgalés como podría pensarse en un principio por la proximidad geográfica. Un tercer detalle se le escapa a Cayón y es que la marca de ceca se encuentra sobre el escudo, lo cual sólo se da en las cecas de Burgos y Coruña, y no en Toledo o Sevilla, donde se muestra la marca de ceca en el reverso.

Otra moneda muy curiosa son los ocho reales que se muestran abajo. En ellos se observa un exceso de metal sobre el número 8. Según Cayón, esta marca se debe a que al labrar el punzón en un primer lugar se procedía a marcar las zonas donde se grabarían los diferentes elementos y luego se procedía a la grabación en sí. Por el motivo que sea, después de grabar el 8 no se pulió correctamente el cuño y ahí quedo ese exceso de metal para que los futuros coleccionistas se hiciesen una idea de cómo trabajaban los ensayadores mejicanos.

No obstante, en la subasta hay una pieza que llama la atención y que hace pegar un bote en el asiento a cualquier aficionado a la numismática del Centenario de la Peseta. Se trata del duro 1871 (18-72) que se muestra abajo.

Al verlo un amigo me escribió y me preguntó que si conocía la existencia de este duro. Yo le dije que no y lo comentamos en el foro de Imperio Numismático, donde el resto de aficionados tampoco habían oído hablar nunca de él.  De hecho, en la revista Numisma se publicó en su número 12 (julio-septiembre de 1954) un artículo de Rafael Sabau titulado «Las acuñaciones de duros en el sistema monetario de 1868», donde se concluye como altamente improbable que exista el duro de 1871 (18-72). En dicho artículo se dice que por la Real orden de 5 de marzo de 1871 se aprueba la acuñación de duros con fecha 1871 (18-71), (18-72), (18-73), (18-74) y (18-75), siendo el año 1872 en el que más duros se acuñaron, pero siendo todos ellos con estrellas (18-71). Indica también que Antonio Bernabé Sánchez indica en el Boletín Ibero Americano de Numismática (diciembre de 1952) la existencia del duro de 1871 (18-72) pero sin proporcionar ninguna prueba argumental ni ningún ejemplar conocido. Así pues, concluye Sabau, si después de que tanta gente haya coleccionado duros del Centenario parece poco probable que de existir ese duro no haya aparecido, lo que hace pensar que de hecho, no existe.

Pues bien, aquí parece haber uno, y lo ponen sin dar ningún tipo de explicación de dónde lo han sacado o qué les hace pensar que es un duro auténtico y no está troquelado. Es, simplemente, una pieza más a subastar. Así pues, llamé por teléfono a Cayón y le expliqué mis argumentos diciéndole que tenía serias dudas sobre la autenticidad del duro, aunque no dudaba en ningún momento en su palabra. Me dijo que inspeccionó la pieza y que en su opinión es buena y no está troquelada; que hay veces que aparecen monedas inéditas y que aunque en El Centenario es difícil que pase, puede ocurrir. También me dijo que él garantizaba la pieza de manera vitalicia, de forma que si algún día se le demuestra que es falsa o troquelada, él devolvería el dinero correspondiente y fin del asunto.

Con todo, y por mucho que Cayón sea uno de los numismáticos más prestigiosos de España, sigo teniendo serias dudas de que ese duro tenga estrellas (18-72). En caso de serlo lo normal hubiera sido dedicar un extenso estudio a ese lote, al igual que se hizo con la dobla de la banda que se muestra más arriba. Por otro lado, la repercusión en la comunidad de coleccionistas, de haberlo dado credibilidad, hubiera sido enorme y seguro que el lote se hubiera rematado en bastantes miles de euros. Nada de esto ha ocurrido, por lo que me extraña que realmente el duro 1871 (18-72) exista.

Lo único que no me ha gustado del catálogo es la publicidad que hace, indicando que ellos venden más caro comparando dos piezas de oro rematadas en su sala de subastas y en Cayón en la subasta de Caballero de las Yndias (no lo dicen explícitamente, pero está claro a qué se refieren). Una comparación así de directa es engañosa y muy fea, más que nada porque los precios de las monedas muy raras son muy volátiles y es fácil que de una subasta a otra se rematen por el doble de dinero o más. Seguramente Aureo también podrá encontrar ejemplos de piezas importantes que se han rematado en Aureo a más del doble que en Cayón.

De hecho, una de las piezas que indican es la onza madrileña de 1710 que se muestra arriba. Dicen  con letras grandes que en 2001  se remató en Cayón por 103.674,59 euros, mientras que en 2009 se remató «en otra subasta» por 47.200 euros. También podrían haber dicho que en 1988 se vendió en Stacks por $126.000.

Un último apunte es que esta vez la subasta de Cayón es en enero, apenas quince días después de la 39 Convención Internacional de Numismática de Nueva York (aquí tenéis un resumen de la misma). Esto puede hacer que algunos profesionales anden con poco efectivo para esta subasta y que los coleccionistas más modestos nos podamos hacer con algún que otro lote, aunque está claro que las piezas buenas hay que pagarlas.

Antes de despedirme no me puedo resistir a mostrar este precioso octodragma de Arsinoe II en calidad EBC+. ¡Quién lo pillara!

Hasta hoy no se ha dedicado ningún espacio en este blog a moneda catalana, y es una pena porque hay muchos coleccionistas catalanes y otros muchos que sin serlo tienen especial devoción a las monedas de este lugar puesto que son muy interesantes. Y técnicamente, hoy tampoco se hablará de moneda catalana, sino de pellofas, que en sí no fueron monedas de curso legal, como ya se verá. Para la redacción de esta entrada me baso sobre todo en la introducción a la colección Llorenç Balsach (Aureo y Calicó 212, 7 de octubre de 2008), escrita por Dr. M. Crusafont i Sabater.

Las pellofas (también llamadas plomos, ploms, pellofes, gitons o incluso senyals) son monedas eclesiásticas incusas y generalmente de plomo que se daban a los clérigos por la asistencia a ciertos oficios religiosos en los territorios catalanes y cercanos entre los siglos XIV y XIX. Dicha esta definición, hay que decir que en ella caben la mayoría de las pellofas, pero no todas: hubo pellofas civiles, hubo pellofas en otros territorios que no son catalanes y hubo pellofas que no fueron incusas. Además, si bien muchas de ellas son de plomo también las hay de hojalata, de cobre, de latón y de aluminio. Pero aún así, yo creo que esta definición nos vale.

Básicamente, las pellofas nacieron como un método de pago a los religiosos por realizar algún oficio (misas, entierros…). Es decir, que por ejemplo los canónigos de las catedrales recibían una paga fija y luego se les daba unas pellofas durante los oficios que podían canjear a fin de mes por moneda de curso legal. Algunas fuentes, como ésta o ésta, indica que las pellofas también se daban a los feligreses, aunque Crusafont i Sabater descarta esta posibilidad. Ahora bien, es cierto que los clérigos a su vez podían dar las pellofas a la población civil que viviese fuera del monasterio como un acto de caridad o como forma de pago, sabiendo el que la recibe que podrá cambiarla por moneda de curso legal. Pero claro, el que la recibe quizá prefiera utilizarla para pagar otra cosa y que la canjee otro… y de esa manera tan simple se ve cómo las pellofas circulaban fuera de los monasterios y pudieron ser usadas como moneda local, especialmente en épocas de escasez de moneda pequeña.

En esa misma fuente se indica que el ámbito geográfico de las pellofas es más bien pequeño. Abarca Cataluña,  algunos pueblos de la Franja, Ibiza, Menorca y tres localidades de la Cerdeña catalana. También se indica que hay algunos puntos muy concretos de Europa donde se pueden encontrar piezas semejantes, como en algunas localidad del sur de Francia. En cualquier caso, estamos hablando de unas rarezas numismáticas con típico carácter catalán.

Parece ser que la mejor colección de pellofas es justamente la  de Llorenç Balsach, subastada buena parte de ella en Aureo y Calicó el 7 de octubre de 2008. Antes de la subasta la colección contaba con 2.000 piezas. También deben ser colecciones importantes la del Gabinete Numismático de Cataluña y la de Botet y Sisó; fue el propio Botet quien a principios del siglo XX (cuando circulaban ya las últimas) se dedicó a recoger y a clasificar estas piezas para evitar que se perdieran en el olvido, y gracias a él hoy se puede saber lo que se sabe sobre ellas. Por otra parte, la bibliografía más interesante sobre este tema es el propio catálogo de esta subasta y el libro «La moneda catalana local«.

En cuanto al coleccionismo de pellofas, es realmente singular, porque son piezas humildes y generalmente baratas pero que a su vez incluyen grandes rarezas y se tiene gran dificultad de catalogación en algunos casos.  A quien le gustaría tener una colección de monedas muy raras y difíciles de encontrar, pero que a su vez no le supongan un esfuerzo económico que no pueda asumir, éste es su mundo. Casi siempre salen unas cuantas pellofas en las subastas nacionales y rara vez sus remates sobrepasan los 100 euros; de hecho, muchas de ellas acaban costando menos de 20 euros. Para todos los bolsillos, vaya.

Las pellofas que ilustran la entrada se han obtenido de la subasta en sala de Aureo de 26 de octubre de 2010. Se tratan, por orden, de dos pellofas de Figueres, una de Olot y otra de Villabeltrán.

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