Esta entrada es una simple y llana reflexión que invita al debate a quien quiera y nace a partir de un comentario que hizo Carlos. No es un estudio serio hecho con datos reales, comprobando en diferentes casas de subasta y sacando estadísticas serias, porque hacerlo podría suponerme varias semanas de trabajo, y como se comprenderá no es plan.

Ya se ha comentado varias veces en el blog que el valor de las monedas es muy volátil. Pero… ¿cuánto de volátil? Esa sería la pregunta del millón porque si yo pago 200 euros por una pieza me gustaría saber qué margen de beneficio podría tener al venderla, o dicho desde el otro punto de vista, cuánto perdería si me veo obligado a venderla rápidamente. La pregunta es mucho más importante de lo que parece a simple vista, puesto que es crítica para saber el riesgo de nuestra inversión al comprar una pieza.

La respuesta es tan vaga como decir que la volatilidad de una moneda depende de la rareza de dicha moneda y de las veces que haya aparecido en subasta. Esta dependencia es muy interesante, y además no depende del precio en sí mismo. Es decir, hay monedas relativamente comunes (como las E-51) que son caras y monedas más raras, o incluso únicas que son relativamente baratas (como muchas monedas islámicas o godas). En un año se subastan alrededor de media docena de tiras de E-51, clavando los precios subasta tras subasta (lo mismo se podría decir de las 100 pesetas palo recto o de las 20 pesetas de 1894).

Sin embargo hay piezas muy raras, que se subastan cada diez años o más, e incluso hay piezas únicas que pueden pasar décadas sin que se subasten. En esas monedas es muy difícil determinar de forma aproximada su precio, puesto que si sólo hay una moneda de ese tipo en el mundo quien la quiera tendrá que acordar un precio con el que la posea. Una cuestión a tener en cuenta es que esas piezas no tienen por qué ser exageradamente caras. Sin salirnos de la numismática íbera, hay monedas islámicas muy raras o incluso únicas con un precio relativamente asequible, sobre todo si se compara con monedas de semejante rareza de otros países (EEUU, Rusia, Alemania…) o de otras épocas o series (como el Centenario de la Peseta o los Reales de a 8).

A quien quiera meter dinero «de verdad» en esto de la numismática, yo le recomendaría que diversificase su colección. Puede tener monedas muy raras, y no por ello caras, y otras  más normales, y no por ello baratas. De esta manera la inversión se divide en productos más seguros y productos más volátiles.

No obstante, vuelvo a repetir que las afirmaciones que hago son prácticamente prejuiciosas y no he llevado a cabo un estudio para apoyar mis argumentos. Ese estudio conllevaría estudiar muchas subastas y hacer un análisis estadístico que relacione la varianza de los precios en relación con la periodicidad de las apariciones de las monedas. Llevaría mucho tiempo y, lo siento mucho, pero el tiempo que puedo dedicar al blog es limitado.

Las monedas que aparecen en la entrada están sacadas de la última subasta de Monnaies d’Antan, sus descripciones son, respectivamente: Marco Aurelio – Sestercio (161, Roma);  Seleucide – Tigrane II el Gran rey de Armenia – Tetradragma (83-69 A.-C.); 1 Franco 1900.