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Aureo nos ha vuelto a sorprender por el mes de octubre con una excelente subasta, esta vez dedicada a la moneda catalana. Se subastará el próximo día 27 y animo encarecidamente a todos los lectores a que echen un vistazo al catálogo. No sólo es interesante la subasta por su enorme cobertura a la moneda catalana, sino porque quien forjó dicha colección es ni más ni menos que Miquel Crusafont i Sabater, que me atrevería a decir que es la mayor autoridad en cuanto a moneda catalana. De hecho, Crusafont ha dedicado buena parte de su vida a la investigación de la numismática catalana, publicando infinidad de artículos y los principales catálogos que manejamos todos los que nos acercamos a este tipo de piezas (quizá el más conocido sea el titulado «De las Acuñaciones de la Corona Aragonesa y de los reinos de Aragón y Navarra: Medievo y tránsito de la edad moderna. Madrid Vico-Segarra, 1992. Siglos XI al XV», editado por Vico y Segarra).
La colección que se subasta repasa, con casi 2000 lotes, todas las etapas numismáticas de Cataluña. En su mayoría son piezas de módulo humilde, pero muchas de extrema rareza. Se incluyen monedas locales, pellofas, piezas de la Guerra de los Segadores o de la Guerra Civil, medallas, ponderales… evidentemente, tampoco faltan monedas de plata de gran módulo o florines de oro. Incluso hay mancús, como el de la foto, que quizá sean mis monedas catalanas predilectas. Desde luego que todo aquel interesado en la numismática catalana disfrutará muchísimo sólo con ver el catálogo. Y si alguien es amante de las rarezas o quiere completar su colección, que aproveche, porque tantas piezas raras (o únicas) no se ven todos los días.
Por cierto, que ha habido más gente que han publicado artículos con respecto a esta subastas: 1, 2 y 3. Si queréis bajaros todas las fotos de la subasta sólo tenéis que pasaros por aquí.
Me imagino que muchos de los lectores ya estén pensando en que no tienen mucho dinero para hacerse con una de las rarezas que va a subastar Aureo, pero que estaría bien hacerse con una pieza baratita y así tener un recuerdo de la subasta. Digamos que queréis un poquito del aura de la subasta. Bueno, pues evidentemente esto no se os ha ocurrido a vosotros solos, sino que mucha gente lo hace, y es justamente por eso por lo que los lotes baratos en las subastas importantes suelen salir caros.
Por otra parte, Aureo tiene el detalle de que cuando celebra una subasta monográfica, incluye los lotes en unos plasticos especiales herméticamente cerrados. Algo semejante al de la imagen, que me enviaron con uno de los lotes con los que me hice en la subasta Anastasia de Quiroga. De todas formas, hay que recordar que estos sobres no están pensados para almacenar monedas (me lo dijo Maria Teresa Sisó cuando se lo pregunté por correo electrónico), así que para que no se estropeen lo mejor es sacarlas de ahí y meterlas en un monetario que se encuentre en un lugar seco.
Hasta hoy no se ha dedicado ningún espacio en este blog a moneda catalana, y es una pena porque hay muchos coleccionistas catalanes y otros muchos que sin serlo tienen especial devoción a las monedas de este lugar puesto que son muy interesantes. Y técnicamente, hoy tampoco se hablará de moneda catalana, sino de pellofas, que en sí no fueron monedas de curso legal, como ya se verá. Para la redacción de esta entrada me baso sobre todo en la introducción a la colección Llorenç Balsach (Aureo y Calicó 212, 7 de octubre de 2008), escrita por Dr. M. Crusafont i Sabater.
Las pellofas (también llamadas plomos, ploms, pellofes, gitons o incluso senyals) son monedas eclesiásticas incusas y generalmente de plomo que se daban a los clérigos por la asistencia a ciertos oficios religiosos en los territorios catalanes y cercanos entre los siglos XIV y XIX. Dicha esta definición, hay que decir que en ella caben la mayoría de las pellofas, pero no todas: hubo pellofas civiles, hubo pellofas en otros territorios que no son catalanes y hubo pellofas que no fueron incusas. Además, si bien muchas de ellas son de plomo también las hay de hojalata, de cobre, de latón y de aluminio. Pero aún así, yo creo que esta definición nos vale.
Básicamente, las pellofas nacieron como un método de pago a los religiosos por realizar algún oficio (misas, entierros…). Es decir, que por ejemplo los canónigos de las catedrales recibían una paga fija y luego se les daba unas pellofas durante los oficios que podían canjear a fin de mes por moneda de curso legal. Algunas fuentes, como ésta o ésta, indica que las pellofas también se daban a los feligreses, aunque Crusafont i Sabater descarta esta posibilidad. Ahora bien, es cierto que los clérigos a su vez podían dar las pellofas a la población civil que viviese fuera del monasterio como un acto de caridad o como forma de pago, sabiendo el que la recibe que podrá cambiarla por moneda de curso legal. Pero claro, el que la recibe quizá prefiera utilizarla para pagar otra cosa y que la canjee otro… y de esa manera tan simple se ve cómo las pellofas circulaban fuera de los monasterios y pudieron ser usadas como moneda local, especialmente en épocas de escasez de moneda pequeña.
En esa misma fuente se indica que el ámbito geográfico de las pellofas es más bien pequeño. Abarca Cataluña, algunos pueblos de la Franja, Ibiza, Menorca y tres localidades de la Cerdeña catalana. También se indica que hay algunos puntos muy concretos de Europa donde se pueden encontrar piezas semejantes, como en algunas localidad del sur de Francia. En cualquier caso, estamos hablando de unas rarezas numismáticas con típico carácter catalán.
Parece ser que la mejor colección de pellofas es justamente la de Llorenç Balsach, subastada buena parte de ella en Aureo y Calicó el 7 de octubre de 2008. Antes de la subasta la colección contaba con 2.000 piezas. También deben ser colecciones importantes la del Gabinete Numismático de Cataluña y la de Botet y Sisó; fue el propio Botet quien a principios del siglo XX (cuando circulaban ya las últimas) se dedicó a recoger y a clasificar estas piezas para evitar que se perdieran en el olvido, y gracias a él hoy se puede saber lo que se sabe sobre ellas. Por otra parte, la bibliografía más interesante sobre este tema es el propio catálogo de esta subasta y el libro «La moneda catalana local«.
En cuanto al coleccionismo de pellofas, es realmente singular, porque son piezas humildes y generalmente baratas pero que a su vez incluyen grandes rarezas y se tiene gran dificultad de catalogación en algunos casos. A quien le gustaría tener una colección de monedas muy raras y difíciles de encontrar, pero que a su vez no le supongan un esfuerzo económico que no pueda asumir, éste es su mundo. Casi siempre salen unas cuantas pellofas en las subastas nacionales y rara vez sus remates sobrepasan los 100 euros; de hecho, muchas de ellas acaban costando menos de 20 euros. Para todos los bolsillos, vaya.
Las pellofas que ilustran la entrada se han obtenido de la subasta en sala de Aureo de 26 de octubre de 2010. Se tratan, por orden, de dos pellofas de Figueres, una de Olot y otra de Villabeltrán.
Voy a comenzar con esta entrada una sección dedicada a las monedas con historia. Cualquier aficionado sabe que las monedas se acuñan en un momento determinado, social, político, artístico y económico que influyen en su diseño; si se da la vuelta a la tortilla se puede obtener información histórica muy valiosa analizando monedas antiguas. Por ejemplo, se puede saber la apariencia física de un monarca mirando una moneda (como en este sestercio de Vespisiano) o se puede conocer la capacidad económica de un reino antiguo a juzgar por la cantidad de moneda de oro que se conozca de un periodo determinado.
Esta entrada nace de haber visto la siguiente moneda en la subasta selección de Aureo del próximo 11 de marzo.
Se trata de un croat de Enrique IV de Castilla, acuñado en Barcelona. Presenta la leyenda «ENRICUS:DEI:GR’A:REX» en el anverso y «CIUI-TASB-ARCH-NONA» en el reverso. Una moneda preciosa, y catalogada como rarísima. Su precio de salida es de 4000 euros y se estima la moneda en 7000 (permitidme dudar de que alcance el precio estimado).
Pero… un momento. Si Enrique IV es rey de Castilla ¿qué hace acuñando croats, que son moneda catalana? La respuesta está en que Enrique IV llegó a ser príncipe de Cataluña, aunque por un periodo de tiempo muy corto.
A medidados del siglo XV la Península Ibérica era una fiesta: la inestabilidad política enfrentó a los dirigentes de los diferentes reinos e hizo que buena parte de la nobleza se sublevara contra sus respectivos reyes, produciendo guerras civiles tanto en Castilla como en Navarra, Cataluña y Granada (cita). En el caso de Cataluña, se produjo un levantamiento de las instituciones catalanas (la Generalidad y el Consejo de Ciento) en 1462 contra Juan II de Aragón, conde de Barcelona y quien ejercía entonces el control político en la región. Los nobles pretendían un sistema oligárquico en vez de una especie de monarquía absolutista que era lo buscado por Juan II; así que ofrecieron la corona catalana a Enrique IV, que ya para entonces estaba enfrentado con Juan II y quien tenía un carácter muy débil, por lo que no sería difícil de manejar.
Enrique IV mandó tropas a Cataluña para defender la causa de la nobleza, y aunque fueron pocas, consiguieron levantar el sitio en el que se encontraba Barcelona. Posteriormente, Enrique nombra a Juan de Beaumont, Conde de Lerin, lugarteniente de Cataluña, el cual mantuvo una política totalmente continuista, tal y como analiza Josep Trenchs. Mientras tanto, Juan II hizo una ronda de contactos y buscó apoyos en la nobleza navarra e incluso en el rey Luis XI de Francia para buscar una solución pacífica al conflicto. Enrique IV delega su presencia en el asunto en el Marqués de Villena y el Arzobispo de Toledo quienes firman en su nombre el Tratado de Bayona. Con este tratado Enrique IV cede el principado de Cataluña y recibe como compensación la inclusión a la corona de Castilla de población de Estella, además de no tener que pagar ningún tributo a Juan II.
Desde el punto de vista numismático, se acuñaron poquísimas monedas, y todas ellas croats, en el periodo en el que gobernó Enrique IV en Cataluña. Además, las primeras emisiones fueron en nombre de Alfonso IV, por lo que la presencia de Enrique IV en la moneda catalana es escasísima.
Pero con ello no acabó la Guerra Civil catalana, la cual se prolongó otros diez años empobreciendo enórmemente a la región. Los nobles buscaron ayuda en otros reyes que también acuñaron monedas, como Pere de Portugal, de quien es el segundo croat que se muestra. Por otra parte, Juan II también hizo lo propio e incluso acuñó monedas de oro, las cuales apenas habían tenido presencia en Cataluña en los 100 años anteriores, tal y como se indica en Aureo 223. Un ejemplo es el Real de oro que aparece en la entrada, perteneciente a la misma subasta.