Es frecuente que haya gente que herede algunas monedas que guardaron sus padres o sus abuelos. Luego se interesan por buscar en la Web el precio de sus monedas (ilusos…) y al cabo de tres o cuatro búsquedas en Google se acaban topando con mi blog. Si leen algunas entradas rápidamente se percatan de que tasar monedas no es algo trivial, así que se ponen en contacto conmigo para que les diga cuánto les pagaría por su tesoro.

Correos de ese estilo recibo dos o tres todas las semanas. En el 90% de los casos el asunto acaba con un «esas monedas no tienen especial valor numismático, lo mejor es que las guardes para enseñárselas a tus nietos, pero nadie te pagará nada por ellas». Pero hay otros casos en los que las monedas son interesantes, y entonces les hago algunas preguntas para evitar que me tomen el pelo y si veo que el personal va en serio y quiere vender las monedas, entonces me trabajo una tasación.

Es muy raro (aunque se ha dado el caso) que la persona en cuestión es de mi misma ciudad, pero lo más normal es que viva a unos cuantos cientos de kilómetros de mí.  En ese caso lo normal es quedar en alguna parte para comprar las monedas. Dejo aquí algunas lecciones aprendidas de los encuentros que he tenido yo y los que me ha contado Enrique, aunque todo se podría resumir en una sola frase: «extrema las precauciones».

Lo primero es que el trato debe estar cerrado antes de ir al lugar en cuestión para evitar hacer el viaje en balde. La descripción del lote debe ser lo suficientemente precisa como para que no haya sorpresas una vez que se vea y el dinero a pagar debe quedar fijado de antemano. Evidentemente siempre dejo muy claro que ese precio está sujeto a que las monedas que parecen auténticas, efectívamente sean auténticas, lo cual no se puede asegurar a ciencia cierta si no se tienen en mano.

Otro aspecto importante es que se debe poder identificar a la otra parte. Saber dónde vive, su número de teléfono… yo siempre exijo que me muestren su DNI y que me permitan fotografiarlo (lo digo antes de quedar).  Hay quien se ha negado rotundamente y en ese caso yo no he tenido ningún problema en decirle que no quiero saber nada de él. ¿Qué ocurre si al cabo de tres años me viene la policía y me dice que esas monedas son robadas o expoliadas? Si tengo su DNI me requisarán las monedas, pero al menos puedo indicar quién me las vendió. Yo lo siento mucho, pero por motivos legales y éticos me niego a pagar por monedas cuya procedencia sospeche que sea ilegal.

Es preferible quedar en un punto intermedio. Es decir, que si la distancia que nos separa son 600 kilómetros, pues lo mejor será quedar en una ciudad que diste unos 300 kilómetros de cada uno. La razón fundamental es que a mitad de camino ambos se mojan y ambos pierden si no se llega al acuerdo. Por ejemplo, imaginémonos que cerramos un trato de comprar un lote por 10.000 euros (por poner una cifra, yo no me meto en tanto) con un tipo que vive en París. Nos vamos hasta París y una vez que llegamos nos cuenta que por 10.000 no nos lo da, que lo mínimo serán 10.500 euros. No estamos en la misma situación de negociar porque si no queremos el lote a 10.500 él no perderá nada (no se ha movido de su casa) y nosotros habremos perdido el tiempo y el dinero necesario para llegar hasta París. En cambio en un lugar intermedio todos tienen lo mismo que perder en caso de que el otro sea un zorreras.

Es preferible quedar en un local público que no esté muy concurrido. En casa de la otra persona no sabes qué te puedes encontrar, pero en un lugar público lo normal es que no vaya a haber agresiones ni insultos ni nada así. Yo nunca me he encontrado en una situación semejante, pero conozco gente que sí. Pero por otra parte, tampoco es cuestión de quedar en un bar lleno de gente y sacar ahí un fajo de billetes. Las cafeterías de los hoteles suelen ser buenos lugares para quedar por lo general.

También es aconsejable llevarse «todo el equipo de casa»: balanzas, calibres, catálogos especializados e incluso algún catálogo de subasta y alguna muestra de ejemplo. La razón es poder identificar las monedas falsas y poder explicar al comprador por qué son falsas y su valor aproximado. Enrique me contó una vez que uno con quien había quedado le dijo: «pero luego no me vengas con que de este lote de veinte hay dos monedas falsas y justo son las que más valen y me pagas la mitad»; evidentemente verse engañados de esa manera es un temor razonable de aquel a quien vamos a comprar el lote. Pero claro, también puede ocurrir que justo las que más valgan sean falsas. Por eso, si le podemos demostrar que son falsas (por ejemplo pesando las monedas) y con un catálogo le demostramos que son las que más cuestan, la otra persona no debería dudar de nuestra honradez.

Por último, hay que cubrirse las espaldas de la posibilidad de que nada más llegar nos saquen una navaja y nos pidan todo el dinero. Evidentemente no voy a decir qué hago yo para evitar ese riesgo (no voy armado, que nadie se asuste) pero invito a que cada cual piense cómo cubrirse de esa situación. Por ejemplo: siempre es preferible ir acompañado.

Las monedas que ilustran la entrada saldrán a subasta el 4 de abril próximo en Numismatica Ars Classica. Se tratan de unas preciosas monedas de los caballeros de la Orden de San Juan. Las de plata son del siglo XIV y las de oro del siglo XV.