A la gente que empieza a coleccionar monedas es complicado hacerles entender que el precio de una moneda varía enormemente dependiendo de en qué mano esté, sobre todo cuando se habla de monedas caras. Voy a ver si lo explico en esta entrada.

Casi todos los días recibo algún correo diciéndome que tienen algunas monedas provenientes de una herencia familiar. En la práctica totalidad de los casos esas monedas resultan ser falsas o no tener ningún valor numismático, pero ha habido algunas excepciones. Uno de ellos era un chico madrileño (llamémosle Enrique) que había heredado varias piezas de la monarquía española de bastante valor. Como siempre es un placer verlas quedé con él y le dije que a mi juicio eran buenas, aunque en algunas de ellas dudaba bastante. Entre las que me parecían buenas estaban una de 10 céntimos de Carlos VII, una de 20 reales y otra de 80 reales de Isabel II, un doble excelente de los Reyes Católicos, dos 8 reales columnarios, dos piezas de ocho escudos de Carlos III y Carlos IV… ya digo que había cositas interesantes.

Ahora viene  la pregunta complicada: ¿Cuánto vale esto? No es fácil de responder puesto que el precio de esas monedas varía enormemente dependiendo de en qué mano esté. En manos de Enrique vale muy poco, primero porque no conoce coleccionistas que pudiesen estar interesados en ellas, por lo que sólo le quedaría la posibilidad de vendérselo a un intermediario, que le pagaría entre un 20 y un 50% menos de lo que sacaría él. Todo esto suponiendo que el intermediario sea una persona honrada y no le venga con la clásica de «son piezas falsas» para comprárselas a precio de plata y de oro aún siendo buenas.

En mis manos (me pongo yo como ejemplo aunque valdría cualquier aficionado) algunas de esas monedas valen más porque conozco  coleccionistas interesados en todas ellas que estarían interesados en comprarlas. No me sería nada difícil vender las baratas a un precio razonable, e incluso podría hacerme responsable de que son buenas porque ya han pasado varias de esos tipos por mis manos y las conozco bien. Ahora bien, yo no soy capaz de dar mi palabra de que un doble excelente de los Reyes Católicos es bueno, no tengo la experiencia suficiente. Así pues, para las piezas más caras me veré obligado a darlas baratas a algunos coleccionistas que sí se vean capaces de reconocer si son buenas o no, o si no me veré obligado a recurrir a un intermediario. No obstante, yo ya sé qué intermediarios son de fiar y cuáles no.

Otro caso sería que esas piezas estuvieran en manos de un profesional que pueda garantizar su autenticidad, que conozca qué coleccionistas estarían interesados en cada una de las piezas e incluso quién estaría dispuesto a pagarle más dinero. En esas manos es donde las monedas realmente valen su precio.

Con este ejemplo supongo que quede claro por qué el precio varía mucho dependiendo de quién posea las monedas. El valor añadido que el vendedor proporciona es fundamentalmente el tener contactos y el proporcionar una confianza a sus compradores que se traduce en una garantía de que las monedas son buenas. Quien compra unas piezas (aunque sean caras) no tiene por qué ser un experto en numismática, y la mayoría de las veces es la confianza que se tiene en el vendedor lo que hace que se compre con confianza.  Yo no entiendo de moneda romana, pero si tuviese que comprar alguna conozco vendedores a los que les compraría piezas a ciegas.

Esta idea está muy relacionada con algunas de las cosas que se ha dicho en el blog. Por ejemplo, por esto mismo no recomiendo que nadie compre monedas caras cuando está empezando, porque perdería mucho dinero a la hora de desprenderse de ellas (él o sus herederos). También se relaciona con que no recomiendo que nadie empiece comprando monedas en eBay, donde la confianza es más bien escasa.

Finalmente, publico aquí un consejo que suelo dar a los dos o tres que resulta que han tenido piezas buenas y caras: «subcontratad esa confianza». La forma de subcontratarla es poniéndose en contacto con alguien que sea capaz de venderlas a buen precio y se lleve un tanto por ciento de la venta. Yo hice de ese rol para unos familiares hace unos años y el que se vea en esa situación y conozca a un aficionado posiblemente sea su mejor opción. En caso de no conocer a nadie la forma de llegar a los coleccionistas finales proporcionándoles garantías es acudir a subastas numismáticas, las cuales tienen unas cargas bastante grandes, pero a priori vendiendo así las monedas se sacará más que dándoselas a un intermediario.

Las imágenes de la entrada están sacadas de la subasta de Aureo del 26 de enero de 2011. Se tratan de medio real, un real, dos reales, cuatro reales y ocho reales acuñados en Potosí bajo el reinado de Carlos II. Se remataron en 70, (desierta), 190, 110 y 180 euros respectivamente.