Para los que todavía no se hayan enterado, tengo una estupenda noticia: el blog de Carlos ha vuelto a abrir sus puertas y lo volvemos a tener dentro de los «blogs vivos» de la pequeña blogsfera numismática en castellano. Para quien no se haya pasado por ahí todavía recomiendo encarecidamente que cuando saquen un rato se paseen por el blog porque contiene unas reflexiones muy interesantes. La primera entrada de la nueva temporada de Blogpolis la ha dedicado a una discusión muy interesante que nació a partir de mi entrada sobre monedas expoliadas. Ahí ha dado Carlos su punto de vista, y como creo que el tema tiene interés, y como también me gustaría saber la opinión de nuestros lectores y comentaristas habituales (y los no habituales, por supuesto), pues aquí continúo yo con el debate.

Carlos parte de que en España nos movemos en un inaceptable marco en el que la administración colectiviza el Patrimonio y parece que es la «única responsable legítima» de su estudio, su conservación y su posesión. Esto es algo que Carlos considera «inaceptable» y a partir de ahí realiza una crítica interesante y propone unas reformas legales y unas modificaciones de la actitud de la administración que se dirigirían a que los ciudadanos también fuesen responsables de la conservación del patrimonio histórico. Ante esto, tengo que decir que estoy de acuerdo en casi todas las propuestas que hace y creo que darían buenos resultados, pero yo no veo con malos ojos que sea la administración la principal responsable de la conservación del patrimonio histórico.

Eso es una simple y llana forma de ver las cosas. Yo en temas de sanidad, educación y cultura me considero un férreo defensor de lo público (no así en otras cuestiones). En ese sentido, para mí en principio es una buena noticia que una moneda muy rara esté en manos públicas porque en cierta forma la considero «en parte mía» y tengo la esperanza de poderla disfrutar viéndola a través de la vitrina de un museo. Creo que esta visión es bastante compartida en España (no sé en el resto de Europa), pero en otros países, como EEUU, se suele considerar una mala noticia. Oyes a gente decir que «de esta moneda se conservan cuatro ejemplares y uno está en un museo público» y lo consideran una «oportunidad perdida», como si fuese un desperdicio.

Pero justamente está en ese sentimiento de propiedad (no privada, pero propiedad) lo que hace que me implique en la conservación de ese patrimonio y de que tenga conciencia de él. Lo considero en parte mío, o mejor dicho nuestro. Por poner un ejemplo, si me entero de que El Prado se está inundando dejo lo que tenga que hacer y me voy a achicar agua. Pero, sinceramente, no sé si mi visión es compartida por el grueso de la sociedad. No sé si a mi vecino del segundo le importa cómo esté conservado el cuadro de El Martirio de San Sebastián, de El Greco, que tenemos en Palencia y que yo estuve veinte minutos mirando la última vez que visité el museo de La Catedral. Es el cuadro de la imagen.

Justamente ahí es donde puede engarzarse la polémica: a mi vecino le da exactamente igual porque él ni lo valora ni es consciente de que el patrimonio artístico e histórico hay que conservarlo. Lo más peligroso de esta actitud es que si no valoramos esa conservación y los estudios que se realicen a partir de esas obras no vamos a pedir cuentas a la administración de lo bien o lo mal que lo hayan hecho. Y si no pedimos cuentas a la administración, al final ésta recortará presupuestos y ni se estudiará ni se conservará el patrimonio. En cierta medida eso está pasando, y son muchos los museos que tienen enormes cantidades de bienes históricos en sus fondos amontonados, sin estudiar y vaya usted a saber de qué manera.

Hasta ahí estoy de acuerdo: es algo en lo que se debe mejorar y para ello hay que concienciar a la sociedad. Entonces es cuando viene Carlos (y no es el único), y dice que si la manera de concienciar es hacer a los ciudadanos partícipes de la posesión, el estudio y la conservación del patrimonio. «Tenemos derecho a poseer un denario de Caracalla, por poner un ejemplo», dice. Y cree que es la propia administración, con su ánimo acaparador la que está poniendo trabas a la sociedad en tomar esta responsabilidad. Esto me recuerda una frase que oí hace un tiempo: «prefiero que mi colección se subaste y las piezas las disfrute quien más las valore a que esté en un museo bajo la mirada de quien pasa por ahí».

Justamente en eso es donde discrepo. Lo primero es que no creo que tengamos derecho a tener un denario de Carcalla. A lo mucho tendremos derecho a poder tenerlo, que es distinto. Después, no creo que sea necesario fomentar la propiedad privada para que haya más conciencia social al respecto. Como ejemplo, yo no poseo ningún cuadro pero me dolería en el alma si algo le pasa algo al siguiente Desnudo Acostado, de Modigliani (la siguiente imagen), o a la muralla de Lugo. Lo que hay que fomentar es que se valore y que se estudie el patrimonio artístico e histórico, y que eso no quede en manos de unos cuantos «técnicos» y «profesionales» con grandes conocimientos, sino que seamos todos los que podamos disfrutar del conocimiento generado y (¿por qué no?) de generar conocimiento. Es algo que no va a ser económicamente reentable, pero no por ello hay que dejar de hacerlo. Si dividimos el coste de hacer cualquier investigación histórica entre los posibles lectores que la disfrutan nunca nos saldrían las cuentas, pero es la única manera de que el conocimiento vaya avanzando.

Luego hay otra crítica y es que la administración muchas veces no cuida bien del patrimonio, en cambio el que se gasta el dinero en él se preocupará por su conservación. Yo no estoy del todo seguro. Bien es cierto que la administración, bien por falta de fondos o bien porque los fondos se destinan a otras partidas, podría cuidar mejor el patrimonio. Ya he comentado que hay mucho sin siquiera haber sido estudiado, y no hay más que ver cómo están los conventos desamortizados a la Iglesia en el siglo XIX para darse cuenta de que la gestión es muy mejorable. Pero al menos a la adminitración la sociedad se puede quejar.

Se ha robado el Códice Calixtino y la sociedad se ha quejado y todos nos hemos llevado las manos a la cabeza de la falta de seguridad. Por mi parte que a los responsables se les ponga una pena severa. Pero si ese mismo libro estuviese en manos privadas y el dueño lo tirase a la hoguera, todos habríamos perdido algo pero no nos podríamos ni siquiera quejar. ¿Creéis que estoy diciendo una tontería? ¿Creéis que nadie en su sano juicio se gastaría un dinero en un bien histórico para después destruirlo o conservarlo fatal? Pues estáis equivocados. Ryoei Saito se gastó 82,5 millones de dólares en 1990 en el cuadro «El retrato de Dr. Gachet«, de Van Gogh (el que pongo abajo) y dejó muy claro en su testamento que cuando muriese quería que su cuerpo se incinerase junto a su Van Gogh, que era su propiedad más preciada. No es el único ejemplo, tenemos a quienes guardan un Picasso en un lugar tan húmedo como un yate y no falta la rama más ignorante de los empresarios españoles que tenían un Miró en su cuarto de baño.

No, la administración no es ninguna santa, pero tampoco se puede confiar en los criterios de una sola persona por mucho dinero que tenga. Quizá a mí me suponga más esfuerzo comprarme un duro de 1881 que a un cateto hijo de un emir comprarse un Dalí. Pero no por tener dinero va a poder hacer lo que le dé la gana con una pieza histórica. En este sentido, yo vería con muy buenos ojos que hubiese alguna ley internacional que obligase a quien posea ciertas piezas históricas, o cuya relevancia sea importante, su adecuada conservación.

Dicho todo esto, creo que hay algunos aspectos que se deberían mejorar por parte de los políticos. Y son cosas de bastante sentido común. Comento algunas:

La extracción de los bienes arqueológicos. Hay muchos pecios que se saben dónde están desde hace décadas y no se extraen por falta de presupuesto. Yo creo que es de bastante sentido común hacer lo que hacen los americanos: que sea una empresa quien extraiga las piezas y luego una parte va para la administración y otra para la empresa. Todos ganan y será mejor que esos bienes estén en manos privadas que no en el fondo del mar.
Canalizar la función de los museos. En este aspecto estoy totalmente de acuerdo con Carlos. Sobre todo en que los museos pequeños deberían centrarse en temáticas concretas y buscar su completitud.
La colaboración entre museos. Esto sé que es imposible porque se tocarían las «competencias», y eso en este país está prohibido. ¿Qué sentido tiene que haya tantos cuadros de enorme calidad en los fondos de El Prado? ¿No se pueden «prestar» a museos pequeños como se hace con el de Badajoz? Eso es un simple ejemplo, pero ya me entendéis.
Permitir el acceso a estudiosos. El colmo de los colmos es que sea más fácil ponerse en contacto con un coleccionista privado y estudiar su colección que tener que pasar todo un infierno burocrático para poder estudiar una colección pública. Eso ocurre y no tiene ningún sentido.
– Obviamente, me encantaría que se declarasen más yacimientos de interés cultural y se estudiasen como merecen, pero para eso harían falta unas partidas presupuestarias muy grandes.